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Ocho años haciendo el Camino de Santiago y ofreciendo conciertos de órgano espontáneos en las iglesias: el último, en la catedral de Mondoñedo

Lidia Fernández MONDOÑEDO/ LA VOZ

VEN A GALICIA

Este peregrino «reincidente», Grégoire Lambadarios, pudo tocar el órgano en la catedral mindoniense gracias a la colaboración de Valentín Insua, campanero oficial, y Roberto Reigosa, gerente del albergue

17 jul 2023 . Actualizado a las 19:46 h.

No es la primera vez que Grégoire Lambadarios, francés de nacimiento y español de acogida, se pone las botas de caminar y emprende uno de los viajes más trascendentales que cualquiera puede tomar: el que lleva a Santiago de Compostela. Peregrino de vocación, este profesor de francés afincado en Madrid desde hace más de veinte años, lleva ocho realizando diferentes tramos del Camino. «Este sería el octavo año que peregrino a Santiago. Pero es la primera vez que lo hago a través del Camino del Norte», reconoce. «He recorrido el Camino Francés y también el Aragonés en otras ocasiones, pero nunca me había adentrado por este tramo. Tengo que reconocer que la belleza agreste del paisaje me ha cautivado», confiesa a punto de llegar a la ciudad santa.

Se encuentra en los últimos kilómetros del tramo final de una aventura que no ha emprendido solo, sino en compañía de otras ocho personas. «Cada año hacemos un tramo del Camino. Creo que es una fórmula original para hacerlo acompañados y conocer gente nueva», explica este polifacético francés. «Si bien es cierto que cada tramo tiene sus ventajas, también sus inconvenientes. Lo que más me ha llamado la atención es que el Camino del Norte es el menos transitado. Nos hemos encontrado con pocos peregrinos, la mayoría alemanes», y añade: «También he notado diferencias en la forma de entender este tipo de turismo. En el Camino Francés, por ejemplo, hay muchos albergues más destinados a los peregrinos, y también más atención a los caminantes, con puestos específicos. Aquí apenas hemos encontrado ese tipo de servicios», profundiza en las dificultades con las que se ha encontrado durante estas semanas. «A pesar de todo, me he sentido muy acogido», asegura.

«La aventura del caminar, el conocerte a ti mismo y salir de la zona de confort es lo mejor de esta experiencia», confirma. «Sin embargo, siento que en los últimos años se ha podido desvirtuar un poco el sentir más espiritual con el que nació este peregrinaje», confiesa. «Yo me quiero llevar a casa la experiencia del Camino, ya que está para recordarnos que existe otra forma de vivir, y muchas veces en las ciudades no somos conscientes de eso», reitera sobre los beneficios de desconectar y entrar en contacto con la naturaleza para volver a encontrarse a uno mismo.

«Mondoñedo y su zona han sido uno de los lugares que más me han sorprendido del Camino Norte. Me encantó poder visitarlo y conocer algo más de su historia. Pero me apena la desaceleración que viven los municipios del rural en los últimos tiempos. Se notaba especialmente en este pueblo, que en su momento fue ciudad referente en la comarca, y una de las siete provincias históricas gallegas», añade.

De todas formas, si se tiene que quedar con algo de su visita a Mondoñedo es, sin duda, el concierto que pudo dar en la Catedral. «Hay muchas iglesias repartidas a lo largo del Camino que tienen órganos. Lo que pasa es que suelen estar en desuso y necesitan mantenimiento», explica. «Pero en Mondoñedo tuve la oportunidad de tocar en la misa, y luego dar un concierto para los demás peregrinos. Le estoy muy agradecido a Roberto Reigosa, el gerente del albergue, y también a Valentín Insua, campanero oficial, que me permitió poder compartir la música, lo que es todo un hito, y siempre guardaré ese recuerdo», asegura.

Con la meta rozándole los talones, Lambadarios tiene una sensación agridulce por llegar al final del Camino. «Más dulce que otra cosa. Al final, terminar es siempre un placer. Y un mérito», reconoce quien ya se ha convertido en todo un experto en esto de peregrinar.

No descarta repetir la experiencia el próximo año, ya que le ayuda a poner los pies en la tierra y desconectar de la rutina y las obligaciones diarias. Por lo pronto, le toca regresar a Madrid.