Irene es artista plástica y peregrinó a Santiago por primera vez a los 15 años. Ha repetido cuatro veces la Ruta Xacobea y, ahora, vive allí. «En el Camino aprendes mucho, sobre todo de hospitalidad», dice
12 dic 2023 . Actualizado a las 14:15 h.A las ocho de la noche se sirve la cena en el albergue Ave Fénix en Villafranca del Bierzo, en el recorrido francés del Camino de Santiago. A esa hora, Jesús Jato, propietario del lugar, llega a la mesa de peregrinos con una olla de caldo, empanadas y paella. Destapan una botella de vino, traen pan, ofrecen agua y, justo antes de empezar a comer, Jesús los invita a todos a tomarse de las manos y bendice la cena. A ese mismo albergue, llegó Irene García-Inés, artista plástica oriunda de la capital española, cuando solo tenía 15 años. «Todo el mundo nos decía que teníamos que ir al albergue del Jato, porque había una queimada y una atmósfera muy mágica. Y esa noche descubrí lo que era el Camino de Santiago», rememora.
En el albergue de Jato no hay un cobro fijo, sino que los peregrinos dan en función de sus capacidades, «para que nadie se quede sin llegar a Santiago por motivos económicos», explican. Esta hospitalidad cautivó enseguida a Irene, que repitió más veces el Camino y siempre haciendo parada en el albergue de Jesús. Pero no fue hasta el 2017 cuando la vida la trajo de vuelta. Y esta vez no por una noche, sino por varios años.
ARTE SOCIAL
Irene, que estudió Bellas Artes, ha participado un par de veces en la Bienal de Venecia, y lleva varios años desarrollando proyectos en su laboratorio creativo, La Maya Lab, donde colabora con las comunidades para potenciar su esencia sociocultural. Lo mismo que quiso hacer con el Camino. Cuando repitió la experiencia en el 2017, le impactó sentir que «los valores de la peregrinación se están perdiendo», así que decidió emprender un proyecto allí. Y, como si el destino ya tuviera todo preparado, Jesús le encargó hacer una escultura que le habían robado. «Antes los peregrinos no daban dinero, pero se quedaban ayudando un tiempo con las tareas de la casa. Posteriormente, se instauró el donativo, pero ahora no funciona tan bien, no alcanza para cubrir los gastos», argumenta la artista.
Entre la preocupación por los albergues tradicionales y el encargo, Irene lleva siete años viviendo en el alojamiento de Jesús. Sin querer, comenzó una aventura que actualmente tiene más de 20 propuestas. «Para trabajar de la forma más coherente posible, traslado mi lugar de residencia adonde desarrollo los proyectos. Ahora llevo siete años viviendo en el Camino. Eso me permite vivir como los vecinos», explica.
Desde que reside en el albergue, Irene se ha embarcado en iniciativas diversas: organiza cenas para peregrinos preparadas por los mayores de las comunidades rurales, rodó un cortometraje, también un documental sobre los quehaceres tradicionales, realiza esculturas, ha escrito un libro e incluso ha repetido el Camino en burro.
Fue en otoño del 2020, mientras el mundo entero estaba confinado, cuando Irene y Jesús decidieron que era el momento perfecto para peregrinar de nuevo «porque no había huéspedes en el albergue». No fue un Camino cualquiera, fueron buscando a los artesanos tradicionales y, además, decidieron hacerlo de la manera tradicional, acompañados de sus animales. En los dos meses y medio que duró la caminata, se encontraron con los bares cerrados, así que tiraron de la hospitalidad de la gente y de su propia tienda de campaña para pasar las noches. Finalmente, el 1 de enero del 2021 la Catedral volvió a abrir sus puertas, sin más peregrinos que Jato e Irene, quienes recibieron las dos primeras compostelas del año Xacobeo.
A día de hoy, continúa residiendo en el albergue, donde a veces se ve arrastrada por los problemas del día a día, por lo que se ve obligada a encerrarse para poder desarrollar su trabajo de artista, que es de lo que vive y con lo que financia su proyecto. «Hay esperanza para el Camino. No por lo que haga yo, sino por la fuerza del mismo», expresa Irene.