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La intrahistoria del rascacielos más alto de Galicia: «Se piensa que las torres se hacen para especular, pero no fue cierto en la Hercón»

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José Antonio Franco Taboada, arquitecto de la torre Hercón.
José Antonio Franco Taboada, arquitecto de la torre Hercón. CESAR QUIAN

El arquitecto José Antonio Franco Taboada imparte una charla donde desgrana la génesis del edificio y defiende la pertinencia de este modelo de construcción

09 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Esta es una ciudad a la que le gustan las torres. El faro que ha guiado la historia de este rincón en el Atlántico también lo ha hecho con sus arquitectos. Con permiso del edificio La Torre, en Ourense, con 76 metros, o la Cidade da Xustiza de Vigo, con 80 metros; A Coruña posee el skyline más alto de Galicia, con emblemas como el edificio del Banco Pastor, uno de los primeros rascacielos de España, y la Hercón, el más alto de la comunidad. Un hito que se debe a José Antonio Franco Taboada, el arquitecto que firma la edificación y quien convenció a los cooperativistas propietarios del suelo de levantar un inmueble de 119 metros. «En ese entonces, ellos estaban interesados en hacer un edificio más bajo, sin plazas de garaje y con más viviendas; yo les convencí de lo contrario», afirma. «Se piensa que las torres se hacían para especular, pero no fue cierto en la Hercón», añadió.

Tanto la Hercón como la Hércules están de homenaje estos días con la celebración de la Semana de la Arquitectura, organizada por el Concello de A Coruña. Franco Taboada imparte este miércoles, a las 20.00 horas, en la sala de exposiciones municipal de María Pita, la conferencia La torre Costa Rica y otros proyectos de torres, donde compartirá con los asistentes algunos de los secretos de su trabajo y realizará una defensa de las torres como solución arquitectónica útil para esta ciudad. Una postura que no siempre encuentra una buena acogida en la sociedad. «Hay unas ideas preconcebidas en contra de las torres. Y tú puedes estar en contra por motivos estéticos, pero hay ciertos aspectos en los que esas personas están equivocadas. El principal es que creen que las torres congestionan la ciudad. Es posible que una torre lo haga, pero no tiene por qué y, en concreto, mi torre no lo hace», explica.

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Esta animadversión a las alturas se volvió a hacer presente cuando se conoció la intención de levantar torres de diecisiete plantas en el barrio de O Castrillón, al final del parque de Oza. José Antonio Franco Taboada, sin entrar a valorar el proyecto, explica que una torre bien planificada puede contribuir a mejorar la configuración de un vecindario. «Conseguí convencer a los promotores de que era mejor construir un edificio singular en altura, permitido por las ordenanzas, que resolvería los problemas de iluminación y ventilación, lo que sería muy difícil con una altura convencional de vez y media el ancho de la calle», dice.

Esa respuesta longitudinal tenía la meta de levantar unas viviendas de «la misma calidad que las de las otras parcelas del conjunto, situado en el centro de la ciudad, con un total de 400 viviendas, entre las que se construiría la Torre Trébol, de Carlos Meijide, y otro edificio de José Ramón Millar», cuenta el arquitecto. Es oportuno mencionar que la génesis de la también llamada torre Costa Rica se baso en la construcción de pisos más humildes dentro de un conjunto más amplio en el antiguo parque del Casino, para los cooperativistas con menor poder adquisitivo y aquellos socios del Casino que quisiesen unirse.

Otra de las decisiones que más defiende Taboada es haber incluido un aparcamiento subterráneo, una apuesta que tampoco partía de los cooperativistas: «También logré convencerlos de que era mejor disponer de plazas de garaje, pese a que por normativa en aquel entonces no fuesen obligatorias, para evitar que se produjera un grave problema al no existir en la zona suficientes plazas externas de aparcamiento. Esta ordenación supondría, desde luego, un coste mayor, pero compensaría sobradamente la inversión para los cooperativistas, que tendrían acceso a viviendas muy superiores sin tener que lidiar a diario con los problemas de estacionamiento».

Lo que ya no forma parte de la concepción original de esta edificación es el carácter abierto que el arquitecto gallego quiso implantar en las áreas de acceso. Configuró una plaza central y un porche que ocupaba buena parte del solar, cuya finalidad era fomentar la interacción social entre los vecinos y su entorno. Una concepción que hoy ya no existe, como cuenta el propio arquitecto: «La plaza inicialmente estaba abierta al público y se podía acceder peatonalmente por dicha entrada principal desde la calle Costa Rica y por la calle lateral del Lagar, pero posteriormente fueron cerradas ambas con verjas metálicas de dudosa estética por motivos de seguridad, convirtiendo la plaza en privada».