
Marga Chao compatibiliza esta actividad de conexión con la naturaleza con su trabajo en remoto para una compañía inglesa desde la capital gallega
10 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.De pequeña, Marga Chao residía en el barrio de Vista Alegre y su patio de juegos habitual eran el entorno del Sarela y el monte Pedroso. «Al vivir muy cerca del río, tengo recuerdos muy bonitos de la infancia, del contacto con las plantas, las flores y los insectos en el verano, de los olores, de mis incursiones por la Selva Negra...», cuenta esta compostelana de 51 años. Era la pequeña de tres hermanas —hijas de emigrantes retornados de Venezuela— y la mediana la solía acompañar en sus excursiones y juegos por el bosque. Tras hacer la carrera de Filología Inglesa, un máster de español para extranjeros le abrió las puertas para conocer mundo y ejercer como profesora en muchos países, como docente universitaria y colaboradora en el Instituto Cervantes: Budapest, Polonia, Estados Unidos, Berlín... Una de sus alumnas fue quien le habló de la compañía inglesa en la que ahora trabaja como captadora de talento. Durante 4 años compaginó este empleo con la enseñanza, hasta que en el 2018 dejó las clases.
«Buscando una alternativa a todo el caos del trabajo descubrí, durante la pandemia, los baños de bosque porque empezaron a salir en los medios de comunicación. Vivía en Polonia, donde tienen una relación con la naturaleza muy cercana. La gente se va el fin de semana en familia al bosque, van a pasear, a hacer deporte..., aunque haga -5 grados o nieve, porque allí no hace un mal día sino que vas mal vestido. Estando en Polonia, la naturaleza volvió a ser un escenario de ocio y tiempo libre para mí. Pero, cuando descubrí los baños de bosque, aprendí a disfrutar plenamente de la belleza que me rodeaba. Mucha gente está en la naturaleza, pero sin verla, porque va corriendo o pendiente del móvil. En lugar de eso, los baños de bosque son inmersiones de un mínimo de 2 o 3 horas en los que se trata de pararse en los detalles, de tocar, de meterse por los laterales de los senderos y salirse del camino marcado», explica Marga, quien se convirtió en guía certificada de baños de bosque por el Forest Therapy Hub y se formó en el Shinrin Yoku con Alex Guesse en Bialowieza, «el bosque primigenio mejor preservado de toda Europa», destaca ella.
Hace un par de años regresó a su ciudad natal, al tener la posibilidad de teletrabajar en remoto. Su ordenador mira por una ventana al parque Eugenio Granell y aquí Marga se propuso acercar a más gente una práctica terapéutica que a ella la reconecta con su infancia y «me da serenidad», dice. «Son muchos los beneficios que tiene testados, tanto a nivel físico como mental», añade la santiaguesa, que a través de Os Sentidos do Bosque organiza experiencias en distintos enclaves de Galicia. En Santiago sus sesiones de Shinrin Yoku urbano ya cuentan con un grupito fijo de 6 o 7 mujeres y hace este matiz de género porque observa que «nosotras solemos mostrar más interés por todo lo que rodea al autocuidado. En Polonia ya sucedía lo mismo».
«El objetivo como guías es hacer que el participante vaya conectando los sentidos con todo lo que le rodea y desconectando la mente. Hacemos invitaciones, que no son necesariamente interactivas. Te sientes acompañado, pero no va a haber intromisión. Esta no es una actividad para hablar, sacar fotos ni hacer senderismo. Es exactamente todo lo contrario. Consiste en bajar las pulsaciones y reducir el ruido mental. Empezamos haciendo un círculo y es el momento de compartir: explico qué es el baño de bosque y hacemos una mini meditación para empezar a conectar con el entorno y relajar cuerpo y mente. Luego doy pautas o invitaciones mientras los participantes pasean entre los árboles y les hago sugerencias: "fíjate en el patrón de la corteza", "tócalo"... A alguien estresado le da hasta angustia pensar que va a estar dos horas así, pero luego se sorprenden. Yo voy a la Selva Negra a pasear con el perro todos los fines de semana, pero no es lo mismo porque esto requiere tu atención y que te olvides de todo lo demás. Muchas personas, incluso amigas mías, vinieron a los baños con desconfianza, pero a la media hora están llorando porque están reconectando con una parte de su memoria que tenían olvidada, momentos que no estaban presentes hasta ese momento. Es algo normal llorar, porque se mueven cosas a nivel emocional, es un momento íntimo y la belleza de la naturaleza hace su magia. Bajan los niveles de cortisol y sube la serotonina, repercute en tu sistema inmune y conecta con tu salud emocional. Generalmente los baños son por la mañana, temprano, para evitar que haya gente alrededor... así hay más silencio y no tenemos tantas interferencias externas mientras nos abrimos al bosque como un espacio terapéutico», indica Marga.
«Otra parte del proyecto es inicia terapias de bosque con colectivos concretos y monitorizar la evolución en contacto con el psicólogo de ese grupo o su tutor. Es algo que me encantaría comenzar. En Cataluña ya han tenido experiencias con pacientes que están en proceso de recuperación de un cáncer y están sorprendidos con los resultados y con cómo los propios pacientes llevaron las sesiones, las sinergias que crearon entre ellos y la red de apoyo que encontraron en los baños, aparte de todos los beneficios que pueda tener a título individual», avanza la guía.