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Llega a Santiago desde Estonia tras pedalear 4.700 kilómetros en 30 días: «Acabar el camino es un subidón»

María Xosé Blanco Giráldez
m. x. blanco RIBEIRA / LA VOZ

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El boirense Arturo Piñeiro vivió los momentos más duros de su aventura en Castilla, donde se topó con el Kirk

16 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Arturo Piñeiro, el ciclista peregrino de Boiro, acaba de culminar un nuevo reto. En la tarde del lunes llegaba a la plaza del Obradoiro tras cubrir los 4.700 kilómetros que separan Santiago de Estonia, desde donde partió hace 30 días. Todavía con el cuerpo dolorido, no duda al asegura que fue «una experiencia impresionante» y ya está pensando en repetirla, desde otro punto de inicio, el año próximo.

No era la primera vez que Arturo Piñeiro afrontaba un reto de esta envergadura. En el pasado culminó otros desafíos similares, partiendo desde Atenas, Oslo y Roma, pero en esta ocasión batió su propio récord en lo que a distancia recorrida se refiere. Además, él mismo reconoce que cada camino es diferente. Esta vez se propuso adentrarse en las grandes capitales y quedó impresionado con Tallín, Praga y Varsovia: «Me esperaba que esta ciudad estuviera en peor estado por los ataques en la Segunda Guerra Mundial, pero está impecable».

A su paso por Estonia, Letonia y Lituania, el boirense se sorprendió de la tranquilidad que se respira: «La gente pasea con calma por las calles y en los supermercados nadie tiene prisa». Pero reconoce que fue donde más miedo sintió mientras pedaleaba: «No hay bicicletas y las carreteras carecen de arcén, por lo que vas con mucha tensión. Además, muchos conductores no respetan a los ciclistas».

La situación mejoró notablemente a partir de Polonia, aunque fue en tierras españolas donde Arturo Piñeiro vivió los momentos más duros de su aventura. Al salir de Navarra y adentrarse en tierras de Castilla, se topó con el Kirk, el huracán que llegó a España convertido en borrasca, pero que en esta zona alcanzó fuertes vientos: «Fue terrible porque el aire me tiraba de la bicicleta y me costaba avanzar. Me cogió en campo abierto y tardé en encontrar un lugar en el que refugiarme. Finalmente apareció una marquesina de una parada de autobús y allí estuve más de una hora».

Durante el largo camino recorrido, el peregrino se encontró con otros muchos obstáculos: «Siempre uso el método de reservar un lugar en el que dormir de un día para otro, así que hasta que no llego no estoy tranquilo. En algunos casos, tuve dificultad para encontrar el lugar y para entender las explicaciones, pues no hablo inglés». Admite que esta incertidumbre constante es, en parte, un aliciente para él.

Buenos y malos recuerdos

Los paisajes que fue dejando atrás compensaron los contratiempos y el esfuerzo físico realizado: «El lago Lemán es impresionante, como lo son los Alpes. Allí estuve a unos dos grados de temperatura, pero la belleza contrarresta el frío». Reconoce que se le puso la piel de gallina cuando hizo una parada en los antiguos campos de concentración de Auschwitz: «Me quedó la imagen grabada».

Quizás, por todas las emociones que fue acumulando a la largo de los 30 días de ruta, Arturo Piñeiro no pudo contener las lágrimas cuando a la una de la tarde del lunes llegó a la plaza del Obradoiro: «Esta no es una competición con nadie, sino con uno mismo y culminar el reto es algo muy grande. Acabar el camino es un subidón que compensa el sacrificio y las dificultades».

Él, que es un deportista nato, ni siquiera descansó cuando vio la catedral compostelana, sino que se subió de nuevo a la bicicleta para, acompañado de un grupo de amigos que acudieron a recibirlo, emprender la ruta hacia Boiro. Y el martes se relajó en la piscina y el gimnasio, preparándose así para la vuelta al trabajo: «Fue mucho tiempo el que pasé encima de la bicicleta, unas nueva horas al día, por lo que llegué con el cuerpo atrofiado y necesito ejercitarlo».

Mientras se recupera a nivel físico, mantiene ocupada la mente en determinar cuál será su próximo desafío: «Quizás el año que viene haga el camino desde Estambul, por el interior. En el 2023 fue por la costa de Albania, Montenegro, Bosnia y Croacia, pero me quedaron ganas de adentrarme en estos países». Será una distancia similar a la que recorrió en su última aventura, la máxima que puede permitirse en el mes de vacaciones que tiene: «Lo conseguí porque apuré los últimos días en España, más es inviable».