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Pedro Sánchez: «Hay tiempo para todo: ser culturista, bombero y devoto en la Catedral de Santiago»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

VEN A GALICIA

XOÁN A. SOLER

El compostelano fue un rostro visible en Cruz Roja y Protección Civil. Entre sus aficiones están la Semana Santa -«Me llamaban Pedro, el del Parchís, porque iba corriendo de una procesión a otra cambiándome de traje y de color»- y el culturismo, en el que este año asombró al quedar cuarto de España. Al conocérsele también como Pedrito se evita equívocos por su nombre

08 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Defiende que en Santiago no asombran tanto sus distintas ocupaciones como la transformación muscular que tuvo en los últimos años, a raíz de competir en el culturismo. «Los que me conocen de Cruz Roja o de guiar las procesiones de Semana Santa no me recuerdan así», admite riendo el santiagués Pedro Sánchez, de 51 años, o Pedrito, como se le conoce. «El nombre viene de cuando ya ayudaba en misas a los 6 años y me quedó. Ahora, además, me evita equívocos por la coincidencia con el del presidente», sostiene, reconociendo que las bromas por ello son habituales. «Algo que sí sorprende es la posibilidad de aunar múltiples facetas, pero yo creo que hay tiempo para todo, como en mi caso, ser culturista, trabajar como bombero en Arzúa y ser devoto o ayudar en la Catedral desde hace 40 años. Yo iba para cura, pero mi vida dio muchos cambios», relata.

«Yo nací en San Caetano y aún vivo cerca. Mi abuelo montó un bar con el nombre de su concello, Cesuras, en las casas que antes había junto a la iglesia situada delante de la Xunta. Tengo el lejano recuerdo de crecer entre botellas y también de jugar al escondite en la Catedral... Mi familia es muy religiosa. Yo estudié en San Francisco Javier, en los jesuitas. De la iglesia de Santo Agostiño salía en Semana Santa la procesión del Cristo Flagelado. Con 13 años empecé como cofrade en ella, y también, y mientras ya era monaguillo en la Catedral, en la del Santo Entierro. A partir de ahí, seguí en el resto. Como hace años corría de una a otra, vistiéndome de cada color según la procesión, la gente me conocía como Pedro, el del Parchís», afirma divertido.

«Me encaminaba hacia el Seminario, pero, con 15 años empecé en Cruz Roja, y toda la rama sanitaria ya me atrapó. Ese fue mi primer trabajo. Allí estuve 22 años; era una de sus caras visibles. Hice de todo. Me acuerdo de ir en ambulancia, en un Simca 1000, a cubrir emergencias. Cuando el huracán Mitch recaudamos tanta ayuda humanitaria que llenamos un avión Antonov desde Lavacolla rumbo a Honduras», rememora satisfecho. «Mi hermano es el autor de un libro que repasa la historia de Cruz Roja en Santiago. El acta fundacional fue, a finales del siglo XIX, en el Derby», pone en valor. «Con el tiempo, compaginé ello con opositar a bombero, otra de mis grandes vocaciones. Saqué la plaza y mi destino, desde el 2004, fue Arzúa, un concello de amplia zona rural y al que me hice. De toda esa etapa, no olvido cuando ayudamos con el Alvia», rescata. «Ese trabajo, con días de libranza, permite compatibilizarlo con más ocupaciones. Poco después de dejar Cruz Roja, empecé en Protección Civil en Santiago y ahí cubrí la pandemia. Ahora sigo como bombero y estoy en la Axencia Galega de Emerxencias», repasa. «En Arzúa mis compañeros me reservan marzo o abril para mis vacaciones. Pido librar ahí para no fallar a la Semana Santa de Santiago. Participo en las procesiones desde hace casi cuatro décadas. Desde hace años soy, además, el que las guía o las controla. Muchas pasan por mis manos y por mis pies. En una, de dos kilómetros, contabilicé haber recorrido 26, yendo para adelante y para atrás...», constata.

«En Arzúa tampoco les asombra verme comer seis veces al día cuando me preparo para el torneo de culturismo», enlaza sobre otra afición. «De joven iba ya al gimnasio y, hace 20 años, me fui aproximando al culturismo, entrenando y con una dieta especial. Me centré en ello cuando mis hijos ya habían crecido», evoca, aclarando que, al no poder tenerlos de forma natural, adoptó junto a su mujer dos hermanos de Etiopía. «Fue maravilloso», realza, y prosigue. «Hace cuatro años cambié de entrenador y me decidí a competir, primero a nivel gallego, y, en este 2024, en el Campeonato de España, en donde quedé cuarto en la categoría superpesada. Sorprendía mi edad, al no haber nadie de 50 años; mi altura, de 1,90, cuando lo habitual es 1,70; y mi peso, de 103 kilos frente a muchos de 130. Cuesta más llenar un cuerpo grande. Este deporte supone sacrificio, pero me relaja. Entreno tres horas al día», expone.

«En la Catedral, donde ayudo en actos y soy el pincerna, el que encabeza las procesiones litúrgicas, no llama la atención todo lo que hago. Se valora, además, que sea bombero. Hace años ardió un incensario y ya me vieron llegar corriendo», apunta sonriendo.