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El veterano peregrino que ha convertido en tradición despedir el año en Compostela

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

VEN A GALICIA

Juan Roberto regresa hoy a Madrid, tras entrar al 2025 en Santiago.
Juan Roberto regresa hoy a Madrid, tras entrar al 2025 en Santiago. SANDRA ALONSO

Afincado en Madrid, Juan Roberto García es un hombre poco convencional: huye de las fiestas de Nochevieja y, aunque se declara «rojo y ateo», bautizó a su primera hija en la Corticela

02 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde hace 17 años Juan Roberto García Álvarez celebra el Año Nuevo en Compostela. El veterano peregrino, nacido en Ponferrada y afincado en Madrid desde que tiene uso de razón, cuenta —con dificultades para hablar— que inició esta tradición cuando se divorció. «En junio haré los 79 años, si llegamos allí, porque tengo ya muchas patologías», explica. Él pasó la Nochevieja hospedado en San Martiño Pinario, como parte de su particular «terapia», dice: «Es un lugar tranquilo, donde huyo de las fiestas que el resto de los mortales disfrutáis. Para los que estamos carentes de familia, es un recurso por estas fechas para no ponerte una pistola en la barbilla. En el Camino, además, siempre acabas conociendo o coincidiendo con alguna persona que hace esto más llevadero».

Habla del dolor de la soledad un hombre reflexivo y poco convencional, que selló su primera compostela en el año 82: «La vida da muchas vueltas... Entonces estaba felizmente casado. Las ideas pasan por fases distintas y yo me oponía a las que en aquel tiempo estaban establecidas. Rechazaba imponer un bautizo a un recién nacido, pero siempre digo que soy muy fantasma, y, si lo había que hacer, lo haríamos a lo grande». Juan Roberto, quien afirma sin rodeos ser «rojo y ateo», acabaría conociendo en su estreno jacobeo a un grupo de jesuitas que se ofrecieron a bautizar a su primera hija, Beatriz Eva María Teresa (para la cual no escatimaron en nombres), en la capilla catedralicia de la Corticela, relata.

Aunque ya ha perdido la cuenta de cuántas veces haría desde entonces el Camino de Santiago, calcula que llegó al Obradoiro como peregrino en unas 60 ocasiones ya. «Algún año lo hice más de una vez. Y otros, por imposibilidades del trabajo, no pude venir; pero, a raíz de jubilarme, lo he intensificado», matiza. Y la última experiencia jacobea fue el pasado verano, en agosto. «Hice Ferrol-Santiago y el Camino de Fisterra y Muxía. Ahora tengo una tendinitis, entre otras afecciones, y por impedimentos físicos es el primer año que no he venido caminando en diciembre sino que estoy ejerciendo como turigrino por la ciudad», comenta este habitual de la hospedería del Seminario Mayor.

¿Y por qué elige siempre este lugar? «En San Martiño encuentras afecto. Disfruto desde el primer pie que pongo en la entrada y recepción, pisando la piedra. Y las propias habitaciones tienen un encanto que no puede ofrecer cualquier hotel», responde un ponferradino que fue desde mecánico hasta empresario. «He sido prácticamente de todo —constata— y siempre me gustó la música y la pintura. Soy un hombre con inquietudes, al que no le gusta pasar desapercibido [...]. Ocurre que los pobres estamos obligados a trabajar desde que nacemos y, dedicarte a ciertos menesteres lúdicos, es difícil. Con 26 años me matriculé en el conservatorio. Empecé a cantar en coros polifónicos y luego me pasé al gregoriano... Soy rojo y ateo, sí, y canto gregoriano que te pasas», asegura este miembro de la Schola Gregoriana de Madrid.