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Emilio Fernandez: «No sé qué tienen, pero las islas Cíes enganchan; transmiten libertad»

Carlos Punzón
Carlos Punzón VIGO / LA VOZ

VEN A GALICIA

XOÁN CARLOS GIL

Cruza la ría de Vigo todos los días para dirigir la logística del cámping que creó en 1970, heredero de la posada que su padre abrió para los pescadores

12 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

«Me decían: ‘Emilio, estás loco. ¿cómo vas a montar un cámping en las islas Cíes si allí no pueden llegar los coches?' Pues allí seguimos, el cámping y yo, 55 años después», cuenta Emilio Fernández Monzonís (Vigo, 1942), fundador de las instalaciones abiertas en 1970. «Voy todos los días. Organizo en el muelle el envío de todo lo que nos va a hacer falta allá: carne, pescado, leche, jabón y todo, porque allí no hay de dónde quitarlo. Después voy en el barco de línea y hasta la noche. Si no voy algún día, siempre veo para las islas, veo la hora que es y pienso en lo que estarán haciendo: preparar la comida, limpiar el restaurante, organizar las actividades del cámping...».

A sus 82 años, Emilio Fernández asegura ser un privilegiado, condición que atribuye al escenario de su trabajo. «Es una maravilla. Vas cada día en barco y ves la ría, o te fijas en un acantilado, o te atrapa el mar, disfrutas de la puesta de sol a la vuelta... No sé qué tienen, pero las islas Cíes enganchan; transmiten libertad», busca las palabras para transmitir qué siente cuando cada jornada se convierte en «un isleño interino», como se denomina a sí mismo. «Es un privilegio estar allí», reitera.

Lo mismo debió pensar su padre, Emilio Fernández también, un vigués al que la Guerra Civil le cogió a bando contrario en el otro extremo de la Península, en tierras valencianas, donde conocería a la que se convertiría en su esposa y pieza indispensable para el tándem que el matrimonio acabaría formando en las Cíes. Establecido de vuelta en Vigo, el padre de Emilio formó parte de la Sociedad de Caza y Pesca La Viguesa. «En la posguerra pocas aficiones se podían tener más que cazar y pescar. Mi padre y los demás socios iban de excursión a las Cíes a eso precisamente. Le gustaron tanto que acabó comprándole unas ruinas a ‘Chuco', el tabernero». Reconstruyó la cabaña con piedras del archipiélago, la adecentó para que cupieran las literas para sus cinco hijos y una pequeña habitación para el matrimonio. Chuco, Germán Luaces, —cuyos restos reposan en el cementerio de Cíes— cerró el negocio por motivos de salud y la caseta de los Fernández-Monzonís pasó a convertirse en punto de preparación del pescado capturado para los amigos de la familia. A alguno se le ocurrió pedir poder pasar la semana en la cabaña, y mi padre decidió agregar una habitación, luego otra, y después otra... hasta convertirse entre 1951 y 1953 en O Eido do Lago, un bar, casa de comidas y fonda, germen del cámping que vería la luz en 1970. «Durante la semana mi madre se quedaba en la isla para atender a los que paraban en nuestra casa, y uno de los hijos la acompañábamos. Todo era libertad. Los niños isleños que vivían allí me decían dónde se pescaba mejor: ‘¡Emilio!, aquí pulpos, en esas rocas sargos, en la otra playa maragotas... Lo sabían todo. Eran nueve hermanos en casa y huérfanos de madre. ‘El que no pesca, no come', me decían. Iban a la escuela en el faro», sigue con su relato el fundador del cámping.

«Ahora la isla está impecable. Puedo apostar a que vas allí y no encuentras un papel tirado en el suelo», destaca Emilio Fernández. Contrapone la concienciación adquirida, el cariño con el que observa acude la gente a la isla, con la situación que se vivía en los sesenta y setenta. «Era un desastre. Gente acampada por todas partes, basura tirada, animales que llevaban para sus estancias. Sin exagerar, podían concentrarse hasta cinco mil personas desperdigadas por las Cíes». Hoy está acotada a 1.800 personas al día y 600 en el cámping, donde nadie puede permanecer más de quince días. Desde 1982 el campismo libre está prohibido.

Integrantes de La Viguesa, Sociedad de Caza y Pesca en las islas Cíes. Arriba, tercero por la derecha, Emilio Fernández (padre), dueño de una de las tabernas de la isla y padre del creador del cámping de las Cíes. Arriba, tercero por la derecha, Chuco, tabernero de la isla
Integrantes de La Viguesa, Sociedad de Caza y Pesca en las islas Cíes. Arriba, tercero por la derecha, Emilio Fernández (padre), dueño de una de las tabernas de la isla y padre del creador del cámping de las Cíes. Arriba, tercero por la derecha, Chuco, tabernero de la isla Álbum familiar de Emilio Fernández

Indirectamente, sería Franco y no Siniestro Total quien acabó con los jipis en el archipiélago. «Un día pasó con el yate Azor por delante de las islas y al verlas tan agrestes mandó repoblarlas con miles de pinos y eucaliptos. Volvió más tarde en otro de sus paseos y mandó ir ante él al guarda forestal. Le hizo responsable de que los árboles creciesen, de cuidarlos. El hombre, Jesús Molanes se llamaba, estaba lleno de orgullo de hablar con Franco, pero por otro lado era consciente de que le había caído una responsabilidad enorme y que los jóvenes con sus hogueras y fiestas la amenazaban a cada momento», rememora Fernández Monzonís. La idea de poner coto al campismo libre creando un cámping surgiría del guarda forestal. El Icona (el desaparecido Instituto para la Conservación de la Naturaleza) asumió la sugerencia como la mejor de las estrategias forestales y se lo propuso a Emilio, para que diera el salto de la taberna que creara su padre a la empresa en la que ha acabado por convertirse el que ha llegado a ser considerado como uno de los diez mejores cámpings del mundo. «Tengo muchos trabajadores entre el restaurante, el cámping, la tienda, en limpieza, monitores de animación, mecánicos, transportista... es una empresa importante».

«‘Pero, Emilio, ¿aún sigues yendo todos los días a las Cíes?', me dicen amigos jubilados cuando me ven preparar a diario el abastecimiento en los muelles de Bouzas para mandarlo a la isla. ¿Y cómo no voy a ir? Cuando no voy me falta algo. De verdad que soy un privilegiado».