
El verano se fue, pero el buen tiempo todavía invita a estar fuera, a gozar del aire fresco y de un plato caliente bajo la luz suave de esta estación. Hoy recorremos algunos de los establecimientos gallegos donde apetece sentarse en una terraza
17 oct 2025 . Actualizado a las 11:25 h.Con la llegada del otoño, los montes de Coirós (A Coruña) se tiñen de tonos dorados y rojizos que invitan a la calma. En medio de este paisaje, el Restaurante La Paz, situado en el monte Espenuca, se ha convertido en un punto de encuentro entre gastronomía y naturaleza, una combinación que atrae cada vez a más visitantes que buscan disfrutar del entorno rural sin renunciar a una buena mesa. El establecimiento, con más de cuatro décadas de trayectoria, se levanta en un lugar emblemático, a escasos metros de la ermita románica de Santa Aia, desde donde se contempla una de las panorámicas más reconocidas de las Mariñas dos Condes. En la falda del monte, el río Mandeo y el área natural de Chelo, que forman parte de la Reserva de la Biosfera, completan un escenario perfecto para quienes desean una escapada de fin de semana en contacto con el medio natural.
La Paz se distingue por aprovechar ese entorno. Sus salones con grandes ventanales permiten disfrutar del paisaje incluso en los días más frescos, mientras que la terraza bajo la parra o la carpa exterior ofrecen la posibilidad de comer al aire libre cuando el tiempo acompaña. Para las familias, el restaurante cuenta además con una zona de juegos infantil.

En su carta predominan los platos tradicionales gallegos, elaborados con productos locales. Entre los entrantes destacan las croquetas caseras, tablas de embutidos, pulpo o los clásicos callos, tan propios de los meses más fríos. No faltan las tortillas al gusto —en varios tamaños para compartir— y las ensaladas mixtas. En el apartado de pescados, la oferta incluye preparaciones tradicionales como la merluza a la gallega, el bacalao o el rape, todos ellos elaborados al estilo clásico. Para los amantes de la carne, la carta ofrece opciones contundentes: chuletón, cordero asado, churrasco de ternera o cerdo. Los postres caseros son uno de los sellos de identidad del restaurante: el flan, el queso con membrillo o la tarta de queso.
JUNTO AL RÍO RATO
La Muralla de Lugo es patrimonio de la humanidad, pero la Unesco también ha reconocido el valor de la riqueza ambiental y etnográfica en torno al Miño, Reserva de la Biosfera. Un gran cinturón verde rodea a la capital lucense, y en un hermoso rincón, junto al río Rato, a solo cinco minutos del centro histórico de Lugo, se encuentra el restaurante Terras do Miño.
Se trata de un viejo molino restaurado junto a la senda fluvial del Rato y en el que sus terrazas son espacios codiciados para disfrutar de la gastronomía, de una copa cuando el tiempo acompaña y de un paseo entre árboles autóctonos. El restaurante dispone en su interior de varios salones adornados —a modo de vivienda tradicional gallega— para las comidas y las cenas, pero su encanto también reside en el exterior, que invita a sentarse para disfrutar de una experiencia gastronómica que recoge la mejor tradición culinaria lucense.
Especialidades como la carrillera ibérica, la brocheta de rape con langostinos, la empanada de zamburiñas o el pulpo ao caldeiro hacen de este lugar un espacio apreciado, y más en tiempo de otoño, que incluye las jornadas de caza.
¿Pero qué hace que Terras do Miño sea un lugar con encanto? Por un lado, hay una terraza, en la entrada del establecimiento, perfecta para tomar el aperitivo previo a la comida o para usarla de larga sobremesa aprovechando el buen tiempo. Y por otra parte, dispone de una terraza cubierta y reservada para comer con tranquilidad y amplitud, además de resguardada del viento, junto a un largo jardín a las riberas del río Rato.

Las familias que quieren celebrar algún aniversario escogen este viejo molino no solo por el buen gusto en los platos que ofrece, sino por la tranquilidad que transmite y porque es un lugar idóneo para acudir con niños, que disponen de zonas verdes para correr y jugar. También es un restaurante apreciado para invitar a grupos de amigos que visitan la ciudad.
FRENTE AL MAR
Toda vez que el tiempo ya no acompaña para tomar el sol en la playa, hay otra manera de disfrutar del mar. El restaurante Arnados tiene unas vistas espectaculares al arenal de Razo, en Carballo. Situado en primera línea de costa, tanto desde su terraza como desde la taberna y el comedor se puede contemplar el oleaje y las Illas Sisargas.
Con gran capacidad (tiene cabida para más de cien personas), este establecimiento invita a saborear el paisaje también por dentro, pues trabaja con pescado salvaje de cercanía, llegado desde las lonjas de Malpica y Laxe. El rodaballo, el mero o la lubina son las especies que más abundan en su carta. Estos manjares los preparan al horno o a la gallega, esto es, en formato de caldeirada. El sabor a mar también se aprecia en los arroces que preparan. El de bogavante, el caldoso, de calamar o centolla (este último, solo en temporada), son los principales. El primero arrasa.
También ofrecen carnes, mariscos y ensaladas como entrantes. El gerente, Luís Rodríguez Facal, junto a su mujer, Pilar, desgrana algunos de estos platos: solomillo o entrecot de ternera y paletilla de cordero; ensalada de burrata o de ventresca de bonito, y almejas o berberechos. Para este mes, recomienda el bogavante y las almejas.

Él mismo reconoce que las vistas al Atlántico son un aspecto que la gente «valora moito, sempre que se consiga un bo nivel no produto elaborado». De hecho, «moita vén polas vistas», asegura. Por ello conviene reservar con tiempo las mesas más cotizadas, aconseja. El carballés comenta que el otoño es «un moi bo momento para vir comer con máis calma». Disponen, además, de cinco apartamentos.
La playa de Razo es una de las más largas y salvajes de Galicia. Su paseo invita a palpar el mar bravo de la Costa da Morte en todo su esplendor. Por ello resulta uno de los arenales más codiciados para surfear. Ni Mario Casas se resiste, aunque él opta por hacerlo en verano. La oferta hostelera ha crecido en los últimos años en la zona, incluso con varios alojamientos.
DESCUBRIR BELVÍS
El eje que une en Santiago la plaza de Galicia con la rúa de San Pedro se ha convertido en polo gastronómico de primera que late al ritmo del mercado. El que allí vaya buscando buena gastronomía acabará pisando el territorio de Iago Pazos, cocinero y fundador de Abastos 2.0 que está tejiendo el barrio con pequeños proyectos de alto impacto. En A Cantina tiene un papel secundario, porque en el espacio abierto en el verano del 2024 el nombre propio que resuena es el del arquitecto David Chipperfield. El ganador del premio Pritzker y el chef de A Pobra do Caramiñal conectaron antes de la apertura de la Casa RIA, la sede de la fundación que el británico impulsó en Santiago y que empieza a coger velocidad de crucero como un centro muy activo en el que casi todo gira en torno al territorio. La alimentación responsable y de proximidad que desarrollaba Pazos encajaba en esa filosofía y aterrizó con éxito en la planta baja de una casona que nació como sanatorio a finales del XIX y cuya parte trasera logra abrir la boca antes de sentarse en las mesas de su terraza. A Cantina es un balcón privilegiado sobre el parque de Belvís, una joya natural urbana encajada entre el casco histórico y convento que da nombre a la zona.

Un espacio verde relativamente desconocido en la ciudad —nunca se ha resuelto el acceso natural desde la trama urbana— que se realza, si se ponen las gafas de ver de cerca, porque el equipo de Chipperfield ha convertido la parcela trasera en un amable espacio que alegra los ojos y el estómago, ya que también acoge un huerto del que salen alimentos y condimentos que se incorporan con naturalidad a la cocina que propone Pazos. Kilómetro cero en el sentido estricto de la expresión.
A Cantina tiene espacios interiores, como es obligado en una ciudad en la que llueve 140 días al año, pero la experiencia de comer allí —de lunes a sábado, de 10 a 17 horas—, mejora si desde la terraza se asoma la cabeza a una cocina de puertas abiertas y con una isleta central en la que es posible sentarse a medio metro de los fogones.
MORRIÑA EN BUEU
Gastronomía y espacios con encanto. Esta es la conjunción perfecta para degustar de la meteorología que nos está acompañando en este arranque de otoño en cinco espacios que comparten un común denominador: ofrecer algo diferente.
La primera parada es en Bueu. En esta localidad costera de la ría de Pontevedra la morriña fue el germen de Casa Videira. Y es que detrás de este sentimiento tan nuestro se encuentra una propuesta ubicada en el corazón interior de esta localidad. «Estábamos trabajando fuera y la morriña tiraba bastante. Empezamos a buscar establecimientos y apareció esta casa que estaba en alquiler de gestión. Vinimos a verla, nos encantó, como nos encantó la zona, y la cogimos», remarca el ourensano Juan Iglesias quien está al frente del proyecto junto a su pareja, la valenciana Marta Castelló. «Abarcamos desde el alojamiento rural hasta la restauración y la realización de toda clase de eventos», añade.

Conscientes de que la oferta gastronómica de Bueu es de por sí un referente en toda la comarca de O Morrazo, han optado por diferenciarse apostando por fusionar los productos locales, de proximidad y kilómetro cero con unas pinceladas internacionales. «Tenemos algún plato tirando a asiático, como una rincha marinada de la ría o una costilla de ternera gallega pero en tacos… Le damos un toquecito diferente. Ofrecemos una experiencia divertida para compartir y acompañada con un buen vino», subraya, al tiempo que destaca, «sobre todo, el entorno. Es una casita que está escondida, pero es parte de su encanto. Entras por una callejuela y es una finca muy grande, de unos seis mil metros cuadrados. Tiene un montón de encanto». Así, mientras la taberna está ubicada en un antiguo molino harinero, una pequeña plaza la separa de la casa rural propiamente dicha.
Por su parte, la decisión de apostar por la internacionalización de la cocina de Casa Videira fue consecuencia directa del hecho de asumir que Bueu ya disponía de la suficiente oferta gastronómica clásica, por emplear un adjetivo, por lo que optaron por diseñar una carta que discurriese por otros derroteros. «Queríamos distinguirnos por otro concepto. Venimos de estudiar hotelería, de viajar y nos apetecía darle también ese toque, nuestra esencia, de que somos aventureros y viajeros, que al final es algo que está representado en la carta, de usar lo de aquí, pero con esas pinceladas», reseña Juan Iglesias.
Además de poder degustar la gastronomía de la taberna o de alojarse en la casa rural, Casa Videira organiza toda clase de eventos en un entorno privilegiado. Así, se organizan desde bodas, comuniones o retiros de yoga hasta cenas y comidas de empresa, y cumpleaños, además de que también es posible alquilar la totalidad de la casa o la taberna. Y es que, como insiste Iglesias, «como hoteleros lo que queremos dar y lo que le transmitimos al equipo es un servicio cercano, familiar y divertido. Informal, también, pero divertido, sobre todo, y familiar. Que sea un servicio muy cercano, que la gente se sienta como en casa».