Los huéspedes del sur, el centro y el este peninsular desbordan los alojamientos
30 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.En tiempos de alegrías más bien escasas y efímeras, el turismo rural ha visto cumplidas las mejores expectativas, con un verano de altísima ocupación -desde la segunda semana de julio ha sido prácticamente del cien por cien- y mucha más demanda de la que han podido atender. «No recordaba tanto gente desde hace muchos años, con cantidad de llamadas. Hubo un momento de locura, en el que nadie tenía sitio, ni en esta zona ni en otras de Galicia», comenta Marita Fernández, una de las propietarias y responsables de la Casa de Graña da Acea, en San Fiz (Monfero).
«La afluencia ha sido tremenda, parecida a la de los años previos a la crisis económica [la Gran Recesión de 2008], con casos de gente desesperada porque no encontraba una habitación. De hecho, alguna se quedó colgada sin tener dónde pasar la noche, porque no habían reservado», abunda Alberto Molares, al frente de la Casa do Castelo de Andrade, en Pontedeume. En este hospedaje optaron por reducir el aforo, de diez a ocho habitaciones, para evitar aglomeraciones.
Julio ya hacía prever una buena temporada. «Este año fue muy, muy bueno, no así el año pasado, con muchas cancelaciones a raíz de los brotes [de covid-19] en A Mariña lucense», indica Molares, dispuesto a mantener el alojamiento abierto al menos hasta mediados del mes de octubre. «Todo irá en función de la pandemia», admite, cauteloso. Marisa Cabanas, al frente del hotel de naturaleza A Miranda, en Feás (Cariño), sentencia, rotunda, que «en quince años no ha habido una demanda como la de este año». «La pena es que ahora se desinfla -constata-, y de momento no hay muchas reservas para septiembre, aunque este año ha llegado mucha gente en el último momento, y puede que ocurra lo mismo ahora».
Llamadas «desesperadas»
Aun en tiempos de pandemia, que obliga a reservar para casi cualquier actividad, hay quien se aventura. «Y recibes llamadas a las ocho o las nueve de la noche de gente desesperada que te dice ‘quiero dormir, búscame un sitio', y no tienes, ni tú ni los demás, y algunos con niños...», cuenta José Picallo, de la Casa do Morcego, en O Porto do Cabo, en Valdoviño, y presidente de la Asociación de Turismo Sostible de Galicia. «En la zona hemos estado todos igual, si te anulaban una habitación se cubría en seguida», dice. Entre los socios de Cedeira y Valdoviño decidieron crear un grupo de WhatsApp para compartir información, «para retener a la gente por aquí siempre que alguno tenga plazas libres». El sistema ha funcionado bien y pretenden perfeccionarlo e incorporar a más establecimientos.
El Castaño Dormilón, en O Baleo (Ortigueira), también ha estado al completo este verano: «Teníamos reservas con antelación de semanas e incluso meses, y los huecos que quedaban algunos días se iban llenando». Esperan que este sea el comportamiento del turismo del mes de septiembre. En A Pasada, en San Román (Cedeira), han rozado el cien por cien de ocupación en julio y agosto, casi todo con turismo nacional (del exterior, solo franceses) y un crecimiento de la demanda para alquilar la casa completa, «para grupos cerrados, como el año pasado, por la pandemia», señala la gerente, María Lijó. «Valoran, sobre todo, la tranquilidad. Buscaban poca masificación y se encontraron con el problema de los aforos, que han estado limitadísimos de la restauración», agrega.
El turismo nacional se impone
Todos los empresarios del sector consultados coinciden en que más del 90 % de los huéspedes han sido nacionales, con un ligerísimo incremento de los extranjeros en las últimas semanas. La mayoría provienen del centro, el sur y el este peninsular, como los cordobeses que viajaban en autocaravana alojados en la Casa do Morcego, «que venían escapando de los 47 grados». «Están encantados de dormir con manta, no les importa si llueve o si hace frío», abunda Marita Fernández, de la Casa de Graña da Acea.
Algunas casas detectan que las estancias se han acortado. La media oscila entre los siete y los diez días, con excepciones de hasta dos semanas. En el hotel de naturaleza Semáforo de Bares, los visitantes nacionales han acaparado las pernoctaciones. «Si tuviera más habitaciones más llenaba. En 20 años no he visto lo de este año, con gente durmiendo en coches particulares en el aparcamiento del faro», apunta Francisco Javier Pardo Galdo, que gestiona el establecimiento.
Este verano ha resultado atípico, casi tanto como el anterior, sin apenas viajeros foráneos, que abundaban en otras temporadas en este alojamiento mañonés, y por la presencia mayoritaria de gente procedente del Mediterráneo, de Cataluña a Murcia. «Septiembre pinta igual que julio y agosto», pronostica.
El tiempo, el patrimonio natural y la gastronomía, las grandes bazas de la comarca
«Vienen por el fresco», afirma el gerente del Semáforo de Bares. «En verano dejamos puesto el nórdico y nos dicen ‘no te puedes imaginar lo que es dormir así´», comenta. El tiempo representa una de las bazas turísticas de las comarcas de Ferrolterra, Eume y Ortegal, como se ha evidenciado esta temporada, con menos sol del habitual y temperaturas más bajas que otros años.
Todos comparten el diagnóstico: la gente huye del bochorno y se refugia en el área noroeste. No obstante, María Lijó, de A Pasada, advirtió «un pequeño problema» con la meteorología, sobre todo en julio, «pero este año se ha vivido con resignación y buscando alternativas de paseos por el bosque y visitas a las fervenzas». El patrimonio natural juega a favor de la zona, igual que la gastronomía, por precio y calidad.