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Una marea de irmandiños convirtió a Vimianzo en la capital del Medievo

Xosé Ameixeiras
X. Ameixeiras CARBALLO / LA VOZ

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La marcha de la comitiva de las antorchas fue el acto más aclamado

04 jul 2022 . Actualizado a las 23:29 h.

Una auténtica marea humana se concentró en la noche del sábado en el campo del lavadero de A Torre para disfrutar de la 25.ª edición del Asalto ao Castelo de Vimianzo, la más concurrida de todas. La capital soneirana ya había sido un hervidero de gente y de actividades a lo largo de la tarde. Incluso había dado lugar a estampas como la de los diez niños que jugaban al ajedrez mientras el resto de la gente seguía el jolgorio musical. Un hecho que destacaba ayer el presidente de Cherinkas, Míchel Antelo, entidad organizadora de un encuentro muy intergeneracional. Luego, a la hora de la caída de sol, no quedaba un sitio para aparcar en el pueblo. Sés concentró a gran parte del público en su concierto, aunque por las calles aún deambulaba mucha gente. Algunos tarareaban los temas más conocidos de la cantante y el ambiente era tranquilo a la espera de los acontecimientos principales.

Basilio Bello.

Al llegar la media noche comenzó la representación. Empezaba el tiempo de «vengar tiranías». Los señores medievales y los vasallos se inundaron en el mundo porcino: «Todos somos porcos». No se limitaron a las cuitas feudales. El libreto añadía otras muy actuales. Ya el telón del escenario daba una idea: «Alepo, petróleo, homofobia, gas, racismo, traizón, saharaui, maltrato animal», entre otros temas. No se libró nadie, salvo la Diputación y la Xunta, que son las que pagan las subvenciones. El caso es que la revuelta irmandiña este año vino del futuro con la «labrega sen emisións, a superlabrega», que equivale a cien de las otras. De todas maneras, le tocó apandar ante los señores y se inició la revolución. Y allá se fueron, al son de los tambores tocados por manos femeninas a por el ariete y las 32 antorchas. El fuego de noche ejerce una gran fascinación. Entonces, la masa humana siguió a los asaltantes al grito de «lume», con avances y retrocesos que hacían disfrutar a la parroquia.

Los que pudieron se fueron agolpando en el foso del castillo para seguir la lucha por la liberación irmandiña. Tras el consabido duelo, el ficticio derrumbe de la puerta de la fortaleza con el ariete y la liviana guerra del agua, estallaron los fuegos de artificio desde la torre del homenaje. Era la una y veinte de la madrugada. Luego siguieron los conciertos de Talco y Tandub. Y así hasta el alba.