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Alfombras florales de Ares: cuatro décadas de tradición llaman a un relevo generacional

Manuel Arroyo Alves
Manuel Arroyo ARES

VEN A GALICIA

Un mes de trabajo voluntario de los vecinos hace posible el Corpus aresano, que se celebra este fin de semana

16 jun 2022 . Actualizado a las 13:18 h.

Paca, Solita, Gelucha, Rogelio, Teri, Manolo… así hasta medio centenar de nombres propios hacen posible que cada mes de junio —desde hace cuatro décadas—, por el Corpus, las calles de Ares se cubran bajo un manto de flores.

Las alfombras, tan efímeras como laboriosas, llevan un trabajo minucioso que apenas se ve, desinteresado, pero que no encuentra relevo generacional. «Por favor, pon que tiene que venir más gente a picar». Lo dice Carmen, veterana en el oficio. Sentada junto a sus compañeras, rodeadas por cajas de «verde», su tijera no para de desmenuzar las ramas de todo un bosque de tuyas que se acumula en el patio de las escuelas de O Lago; uno de los dos puntos «oficiales», junto a la rectoral, de picado y depósito de los materiales para elaborar los diseños.

Hace un mes que empezaron la faena. Desde las tres y pico hasta las siete de la tarde. Día tras día. Hay café, algo de picar y palique. Teri, afanada en su tarea, sale pitando porque hay que ir a trabajar. Solita echa cálculos de todo lo que falta. Pilar mira por encima de las gafas... tris, tras, tris, tras... y ya llevan más de cien cajas. A ojo de buen cubero, unos 500 kilos.

A pocos metros de allí, en una bodega que hace años presta un vecino, Pilar, Milu y (otra) Teri también le dan a la tijera. Van por libre, igual que otro puñado de vecinos que «pican» en sus casas.

 Pilar, Milu y Teri, en la bodega de todos los años
Pilar, Milu y Teri, en la bodega de todos los años JOSE PARDO

María Bujones, secretaria de la Asociación Alfombras Florales de Ares, y Alma Barrón, miembro del Gobierno local y que desde bien pequeña recuerda la tradición, hacen de cicerone mientras aprovechan las visitas para repasar tareas pendientes. «Este año no habrá pampillo». Es la flor que da el característico amarillo. Parece que no es buena, pero tampoco es menos cierto que «no hay quien vaya a cogerla». Antes iban los más jóvenes. En su lugar, se comprarán 47.000 claveles. Un parche. «Esto es una cosa de los vecinos; sin ellos se acaba», lamenta Alma. Lo que se hará en esta edición, este fin de semana, es un trabajo conjunto, porque ya no hay manos suficientes para que cada calle confeccione su alfombra. Por eso se concentrarán los tapices desde el paseo marítimo hasta la Alianza, en la plaza frente a la iglesia. Y, si quedan fuerzas —y recursos— alguna sorpresa más.

María y Alma examinan los sacos con serrín tintado, pero también se usa sal, arroz, posos de café o conchas para siluetear y dar forma a las creaciones que cubren la calle
María y Alma examinan los sacos con serrín tintado, pero también se usa sal, arroz, posos de café o conchas para siluetear y dar forma a las creaciones que cubren la calle JOSE PARDO

«Espadana e fiúncho»

«En Ares, de toda a vida se botaba espadana e fiúncho o día de Corpus por onde pasaba o santísimo, pero non había flores. Hai 40 anos, un chico empezou a facer diante da súa porta un cristo moi bonito e a raíz de aí, empezamos todos. Nesta calle, naquela, na outra… pero ahora, la juventud no quiere». Así resume Carmen —no deja de picar ni un minuto— el origen y el futuro de la celebración que cada año atrae a cientos, si no miles, de visitantes a la villa.

En el bajo de la rectoral, Manolo, hoz en mano, trocea las ramas de tuya para que, a continuación, sus compañeros las reduzcan a pequeños fragmentos apilados en cajas
En el bajo de la rectoral, Manolo, hoz en mano, trocea las ramas de tuya para que, a continuación, sus compañeros las reduzcan a pequeños fragmentos apilados en cajas JOSE PARDO

Al llegar a la rectoral, al fondo se ve a Manolo zurrando duro con la hoz. Las ramas grandes las deja en tronco pelado. La cadena productiva avanza hacia el grupo de Mari, Ángeles, Elena, Rogelio, Paca, Iago, Raúl y Gerardo. Llevan otras ciento y pico de cajas. Hay cháchara, batallas, recuerdos... «Vero la de Lilí, que tiene unos 40, tenía año y medio y andaba por aquí mientras picábamos, pero eso ya no lo hay», dice Ángeles.

El resultado de todo ese trabajo comenzará a tomar forma en unas horas. Las flores, para el último momento. Llegarán las hortensias, los claveles, las conchas que recogen los niños; también el arroz, los posos de café aportados por los bares, el serrín o la sal. Y el sábado, a confeccionar. La tarea está abierta a todo aquel que quiera participar. Es la parte más amable y divertida de todo el proceso, aunque «a las tres de la mañana se quedan solo los de casa. Recuerdo años de acabar a las siete y media», apunta Alma.

Guillermo y Macamen
Guillermo y Macamen JOSE PARDO

Última visita. Guillermo —que también canta en Trovadores—, Macamen, Mariluz, Carmen, Pilar y Sofia (vecina de Burela) aplican la misma técnica, tijera en mano. «Dicen que va a llover», cuestiona Macamen. El problema es el viento, aunque también hay truco para eso: agua con cola y una sulfatadora. Mano de santo. Cualquier treta es buena con tal de que el tapiz floral llegue compuesto al domingo por la tarde. Entonces, la procesión del Corpus Christi pasará el rodillo. Y el año que viene, vuelta a empezar, o al menos mientras las Pili, las Carmen, los Gerardo o las Teri puedan.