Patrocinado por

Una fábrica fantasma en el corazón del Miño

Rodrigo Fernández
Roi Fernández CHANTADA / LA VOZ

VEN A GALICIA

Se cumplen 100 años del inicio de las obras de construcción de la central eléctrica de Erbedeiro, en  Carballedo, sumergida después por el embalse de Os Peares

20 feb 2022 . Actualizado a las 10:28 h.

En este 2022 se cumple un siglo del inicio de la construcción de la fábrica de a luz de Erbedeiro, en el municipio de Carballedo, un complejo hidráulico ubicado en el lugar más agreste, inaccesible y rico en paisaje y biodiversidad del cañón del río Miño.

Las obras de construcción de esta central eléctrica empezaron en 1922 y duraron cinco años, hasta 1927. Este aprovechamiento energético había sido adjudicado a un miembro de la familia Moure de Pantón. Dirigidas por el ingeniero vigués Ramón Lafortet Cividanes, fueron unas obras muy costosas en dinero, tiempo y trabajo humano -y también animal- para la empresa Eléctrica de Pantón. El grueso de la obra consistió en derivar parte del caudal del río Fondós por un canal de dos kilómetros de longitud que tomaba el agua en una presa o chapacuña construida debajo del lugar de Albarín, en Veascós. Desde allí lo llevaba hasta O Erbedal, una zona con un pequeño prado ladera abajo de la aldea de Airoá, en el parroquia de Erbedeiro.

Es aquí donde el final del canal adquiere forma de tanque o toma de agua, de donde parten dos tubos que al llegar a la carretera se unen en uno solo. Salvando un desnivel de unos 350 metros desde esa toma hasta la planta, el chorro llega con tanta presión que se decía que agujereaba de inmediato una tabla de dos centímetros. Es aquí donde se encuentra la central con la turbina y el generador, a orillas del río Fondós, ya muy cerca de su desembocadura en el río Miño y enclavada en una abrupta ladera. Se trata de un edificio de una planta baja que en una de sus mitades aumenta otro piso; construido, como no podía ser de otra forma, con los materiales locales, piedra y madera y con las caras exteriores revestidas de llanos blancos hechos probablemente de mortero con cal.

Sumergida en 1952

Oculta bajo las aguas del Miño tras la construcción de la presa de Os Peares, después del llenado del embalse en 1952 se pudo ver esta estructura en poquísimas ocasiones, la última hace algo más de veinte años. Rodeada de oscuro limo, desprovista de cubierta y sin el enfoscado blanco exterior, mostraba un aspecto fantasmagórico. En esas mismas fechas se dejó ver también buena parte de la olvidada aldea de Sernande aproximadamente un kilómetro río Miño arriba de esta vieja central.

El canal que alimentaba la central de Erbedeiro atraviesa un espectacular bosque rico en fauna salvaje y de notable interés geológico, conocido como el Monte do Graúllo. Ejemplo de bosque mediterráneo en el corazón de Galicia, el Sobreiral do Graúllo es el bosque de sobreiras o alcornoques (Quercus suber) más grande de la Ribeira Sacra. Es también el bosque en el que, majestuoso, se yergue el Penedo do Graúllo o Penedo do Castelo, un enorme peñasco vertical formado por cuarcita armoricana, un tipo de roca del Ordovícico, un período de entre 400 y 500 millones de años. Ese saliente rocoso emerge en esta margen derecha del río Miño y también en la izquierda. Al otro lado del río, ya en el municipio de Pantón, muestra su continuidad en otra mole pétrea, pero de menos altura, llamada Penedo de San Martiño.

Salvando empinadas laderas, verticales en algunos parajes, largas zonas de roca y bajo un túnel de unos cincuenta metros de largo excavado a pico y pala en la dura cuarcita avanzan los dos kilómetros de canal hasta su llegada a la toma, cercana al paraje de O Ervedal. Con un desnivel de solo dos metros, o lo que es lo mismo, un milímetro por metro, desde la presa del río hasta la toma, se consigue la suficiente inclinación para no perder mucha altura al llegar a la cámara de carga, aprovechando así más salto de agua. Esa inclinación proporciona además una velocidad a la corriente de agua que ayude a no depositar muchos sedimentos en el fondo del lecho de cemento del canal, revestido también de ese mismo material por los laterales. El flujo de agua descendía para llegar a la turbina hasta casi la orilla del río Miño, cerca de la aldea de Paradela en Chouzán.

Los recuerdos de los vecinos

José Ángel Rodríguez, vecino de A Airoá, la aldea más alta de la parroquia de Erbedeiro, guarda muy bien en su memoria las anécdotas y vivencias de las obras de construcción de la central, contadas por los más viejos del lugar y por familiares suyos que trabajaron allí.

Durante un paseo a lo largo del canal, repara en el cemento que reviste las piedras colocadas por canteros. Es un revestimiento de cemento con más altura en el túnel que en todo el canal y cuyo fin era su impermeabilidad para aprovechar mejor el agua. Esta masa o recebo, que a la vista no sugiere que hayan pasado ya cien años, quizás deba su buena calidad a la mezcla de la arena extraída de una pequeña cantera con aspecto de trinchera, que todavía hoy se puede ver al lado de la casa donde vive José Ángel. El método de transporte del material hasta la obra, explica él, se hacía con la ayuda de un caballo. «Cantas viaxes fixo o meu avó cun cabaliño —recuerda— levando desta terra branca!».

Los obreros a Lamela y el ingeniero a la Casa do Ribeiro

Cinco años de obras dan para mucho y para muchos. No fueron pocos los trabajadores de otras localidades que se asentaron en la aldea de Lamela, situada en la vecina parroquia de Veascós. Algunos eran canteros de Pontevedra y en la plantilla estaban también dos herreros, encargados principalmente del preparado de los punteros de los canteros. Aunque mucho más poblada que ahora, Lamela notó durante aquellas obras de hace cien años un apogeo, efímero, sí, pero que dejaría unas buenas pesetas a los habitantes que dieron cama y comida a estos trabajadores.

José Ángel sigue enriqueciendo la memoria de esta obra cuando se refiere a estos obreros, en particular a los más forzudos, pues fueron un grupo de ellos los encargados de llevar a mano hasta la planta, la turbina llegada en carro hasta Lamela. Una vez descargada sobre dos largos maderos, estos hombres fueron capaces de transportarla desde A Aira da Veitureira hasta su destino

La tarea de Gilberto

Cuenta también José Ángel que cuando la central comenzó a producir energía quedó como encargado del mantenimiento del canal el vecino de la aldea de Erbedeiro Gilberto Vázquez, de la casa llamada do Xastre. Su labor principal consistía en recorrer el canal todos los días para abrir esclusas y retirar palos, piedras o cualquier cuerpo que evitase el flujo correcto del agua.

Distinto alojamiento tenía el ingeniero. A José Ángel le contó su familia que él se hospedaba en la llamada Casa do Ribeiro, en Erbedeiro. Estaba situada por debajo de la iglesia y de gran tamaño, con corredores, cubierta de grandes y pesadas losas, características en la arquitectura de este enclave miñoto, enorme lareira y un llamativo escudo sobre la puerta arcada. La casa era propiedad de una rica terrateniente que fue a acabar sus días a Ribadavia. La Casa do Ribeiro fue más tarde adquirida por César González Nóvoa, parroquiano de Erbedeiro y vecino de la aldea de Adegas.

En el año 1927, la planta hidráulica comenzaba a producir energía eléctrica para alumbrar hogares de Erbedeiro y Chouzán, en Carballedo. Eran los únicos de este concello, porque el cometido del empresario era vender esa energía en tierras de Pantón. Cinco años, pues, de duro trabajo de obras para esta pequeña central eléctrica que tuvo que cesar su actividad para dejar paso a la gran presa de Os Peares. Treinta años después del inicio de producción de la central de Erbedeiro comenzaban en Chantada las obras de otra central, el gigantesco embalse de Belesar. Para esas obras se necesitaron seis años.