Más de 800 relojes de sol enriquecen el patrimonio cultural de la provincia de A Coruña
QUÉ VER
Los más antiguos son del siglo XVII y los hay singulares y de gran belleza
18 abr 2022 . Actualizado a las 23:37 h.Más de 800 relojes de sol enriquecen el patrimonio cultural, científico y artístico de la provincia de A Coruña. La mayoría, 670, situados en 85 municipios, están catalogados en Relojes de sol en el patrimonio construido civil, religioso, militar y etnográfico. Provincia de A Coruña, de José M. Yáñez Rodríguez y Antonio J. Cañones, dos especialistas en la materia; un libro editado por la Deputación da Coruña en el 2019. Desde entonces un grupo amplía la investigación y detectaron 130 más. De sus hallazgos informa el blog Reloxos de sol, de Ana Chas, y tuvieron aportaciones por WhatsApp, correo electrónico y redes sociales.
Los más antiguos son del siglo XVII, y los hay singulares y de gran belleza, destacan. Aunque parezca algo anacrónico y obsoleto, el reloj de sol fue «el origen de la observación astronómica y el regidor de las tareas y rezos de las comunidades religiosas y el ordenamiento de la vida diaria civil durante siglos», enfatizan Yáñez y Cañones.
De los hallazgos más recientes destacan, en Ares, el de la iglesia de san Vicente de Caamouco, un nuevo reloj triple, realizado por iniciativa del vecindario; un gran reloj de cerámica, bien calculado, en una vivienda privada de Bastavales (Brión); otro en un hórreo de O Pedregal, en Ortoño (Ames); en un hórreo de Soandres (A Laracha); un reloj meridional en una vivienda de Vilar, en Crendes (Abegondo); y otro fechado —no es habitual, ocurre en un 15 %—, sin gnomon —objeto equivalente a la aguja para marcar la hora— en Arteixo.
Donde más aparecen, explican, es en Brión, Arteixo, Porto do Son (el municipio con más relojes de sol, más de 60), Rianxo, Touro o Monfero. Pero en hasta 60 ayuntamientos han encontrado en los dos últimos años ejemplares, situados en hórreos, viviendas unifamiliares e iglesias. Los hay verticales, oblicuos, horizontales o ecuatoriales; y, según la forma, cuadrangulares, circulares, semicirculares, elípticos, antropomórficos, cúbicos y de fantasía.
La mayoría de los más relevantes se incluyen en el citado libro. En la iglesia de Bastavales (Brión), además de las campanas que inmortalizó Rosalía de Castro hay dos relojes en una columna, uno encima de otro, que es una singularidad. O en el pazo de Armada, en Santa Cruz de Ribadulla (Vedra), también dos: uno en los jardines, que llamaban la bola del mundo, y otro en un alpendre, que se utilizaba para marcar las horas de entrar, comer, salir y demás al personal.
Los tres más antiguos datan de 1601 y 1647 y hay doce del siglo XVIII
Los tres relojes de sol más antiguos están en Santiago: en el claustro de la catedral y en el Hostal dos Reis Católicos. Ambos son de 1601 y se atribuyen al franciscano fray Marcos; y el de la capilla de la Universidad, en la plaza Mazarelos, de 1647. Y 12 más del siglo XVIII: en Santiaguiño do Monte (Padrón), en la iglesia de san Pedro de Folladela (Melide), en San Domingos de Bonaval (Santiago), en el santuario de A Escravitude (Padrón), en la capilla de Nosa Señora de Belén de Santa Cristina de Fecha (Santiago), en el pazo de Golmar de Roade (Sobrado dos Monxes), en un hórreo frente al pazo de Sandrenzo (de Cespón-Boiro), en la iglesia de san Xurxo (Pobra do Caramiñal), en la de santa Baia (Vedra), en la de san Vicente de Noal (Porto do Son), en la casa rectoral de san Mamede do Monte (A Baña) y en la iglesia de santa María de Loureda (Arteixo).
Entre todos destaca el del Hostal dos Reis Católicos, situado en su exterior, al lado de la cafetería. Su restauración se prevé incluirla en el plan director del monumento, pues por su deterioro solo personas iniciadas saben que es un reloj de sol. Y es una pieza única en Galicia, y pocos hay que se le equiparen en interés en la península ibérica, señalan los especialistas. Defienden que se proteja, por valorarlo como «una joya de la relojería solar». En el siglo XVII marcaba el tiempo en el Obradoiro y sería un atractivo más de la ciudad, llamativo para visitantes y peregrinos, que se orientaron por sus indicaciones, igual que la población local, durante décadas.
José Manuel Yáñez, investigador: «Algunos de los que se hacen ahora están bien, en otros prima el aspecto decorativo»
En Negreira, Porto do Son y otros municipios hay relojes de sol de reciente construcción: «algunos de los que se hacen ahora están bien calculados, en otros prima el aspecto decorativo», afirma José Manuel Yáñez, arquitecto y jefe de servicio de la Deputación coruñesa, docente en la Universidade da Coruña durante 39 años e investigador en esta disciplina. «En Santiago y toda su zona de influencia, como Ames, Brión, Rois y otros municipios, sobre todo por la influencia de la curia, hay muchos en las rectorales, iglesias y propiedades eclesiásticas. Además de para marcar las horas del culto, eran como un símbolo de distinción, de riqueza y de gente culta. Y hay relojes muy bien hechos, de buena cantería», sostiene. Destaca en la provincia «dos elementos muy singulares y relacionados entre si. Uno es el magnífico reloj cuádruple de Miño, en el ahora centro de mayores de A Rigueira. Es precioso, singular y único en Galicia, una auténtica joya, de granito. Es muy raro un reloj cuádruple, porque al Norte, donde casi nunca da el sol, es muy difícil que se orienten, y este está muy bien calculado. Está en una finca de una zona alta de Miño con vistas al mar, con palomar y hórreo. Y encontramos en Vixoi, en Bergondo, una vivienda unifamiliar que averiguamos que fue de la misma propietaria, Rita Ramos, con cuatro relojes de sol. El cuarto está en una repisa de una ventana, lo cubría musgo y no nos dimos cuenta al principio, por eso no lo incluimos en el libro. Se ve que en esa familia hubo personas con muchos conocimientos de matemáticas, astronomía y otras ciencias. Esperamos encontrar herederos que nos amplíen más información», agrega. En Galicia están identificados más de 2.000 relojes de sol, la mayoría en la provincia pontevedresa y después en la coruñesa. «En la época barroca eran muy habituales; un símbolo que incluían los arquitectos en las iglesias, formaban parte del muro sur; algo semejante a poner la campana a la torre», sostiene este experto. Yáñez defiende «la necesidad de conservar este valioso patrimonio, que en muchos lugares está en peligro de desaparición. En su construcción participaron canteros, herreros, carpinteros y otros artesanos, pero también especialistas que crearon tecnologías autóctonas, indica.