En A Veiga está Pena Trevinca, el pico más alto, pero tiene otros muchos atractivos
12 oct 2023 . Actualizado a las 12:51 h.A Veiga presume de albergar el pico más alto de Galicia en sus más de 250 kilómetros cuadrados de territorio. Pena Trevinca, a 2.127 metros sobre el nivel del mar, es el techo de la comunidad. Un lugar que ya de por sí es un reclamo turístico para aquellos que quieran retarse subiendo a la cumbre, siguiendo la ruta marcada: la del Maluro y Trevinca —de 26 kilómetros, con salida desde Vilanova—. No es la única señalizada, sino que hay dos más: la de las lagunas glaciares —que comienza en Ponte y que a lo largo de sus 14 kilómetros permite disfrutar del mayor conjunto de turberas y lagunas de origen glaciar de Galicia y el segundo de la Península después de Pirineos— y la de Serra Calva (de 42.000 metros). Pero no solo los montañeros experimentados pueden disfrutar de A Veiga, hay otras muchas posibilidades.
La senda verde del Xares
Para quien guste de caminar pero no quiera grandes cambios de altitud, la mejor alternativa es recorrer (a pie o en bicicleta, que se puede alquilar en el centro BTT) la senda verde del Xares. Con salida desde el puente viejo, que da acceso al casco urbano, discurre paralela al embalse de Prada y tiene 34 kilómetros de longitud. Recorre el paseo fluvial, varias aldeas y antiguos caminos que atraviesan carballeiras y fragas. Antes de llegar al final está la playa de Os Franceses, el principal punto de esparcimiento de turistas y visitantes en los meses de verano y disponible para la práctica deportiva como el pádel surf o el piragüismo durante todo el año (aunque fuera de las vacaciones uno debe llegar su propio material deportivo).
Centro Astronómico y miradores estelares
Para quien sea más de sentarse y disfrutar de las estrellas, cabe recordar que A Veiga fue el primer destino Starlight de Galicia, lo que garantiza la calidad de su cielo y la ausencia de contaminación lumínica. Hay dos miradores astronómicos, en O Rañadoiro (se aparca a apenas 100 metros) y en As Tablillas. Además, desde hace poco más de un año está abierto el centro astronómico de Trevinca, situado en Valdín, con planetario y múltiples actividades para toda la familia.
La casa das Pedriñas y la red de espacios etnográficos
También presume A Veiga de tener un discípulo de Gaudí entre sus vecinos. Se trata de Daniel Mancebo, un pintor y escultor que dedicó los últimos 25 años de su vida a dar forma a una casa que imita el estilo del arquitecto catalán. A casa da Pedriñas, en pleno casco urbano, es una vivienda recubierta de piedras de colores, trozos de vidrio o conchas, entre otros elementos. No se puede entrar, pero merece la pena echar un ojo desde la calle.
También privado, aunque visitable fundamentalmente en agosto, es el museo de Pepe de Barrio en Lamalonga, donde se guardan las miles de esculturas de madera que el artista elaboró a lo largo de su vida. Y en la carretera que va desde la aldea hasta A Portela (en este punto está el inicio) puede verse el viacrucis que talló en piedra y que es espacio de peregrinación cada Semana Santa.
De carácter público es la red de espacios etnográficos que el Concello tiene repartida por las aldeas. Incluye desde el telar de Camila en Meixide a la forja comunal en Corzos pasando por el museo del lino en Meixide.
Cántara da Moura
No faltan en A Veiga los paseos rodeados de leyenda. El más significativo es el de la Cántara da Moura, que comienza en la carretera de Corzos. Son apenas 800 metros de recorrido por una zona dominada por grandes bolos graníticos asentados en el curso del río y en los prados. En el tramo final hay una pasarela de madera para llegar hasta la cántara, de la que cuenta la leyenda que en su interior habita una hermosa moura (un ser mitológico de origen celta, dotado de poderes mágicos). Al amanecer sale de su escondite bajo tierra para sentarse a orillas del río y peinar sus largos cabellos a la espera de que lleguen las jóvenes de Corzos acompañando el ganado. En el momento en que pasan a su lado, tira el cepillo. Si la moza lo recoge, premiará su bondad con monedas de oro; pero si pasa de largo, la convertirá en una piedra más.
La Cántara da Moura está en una zona llena de cuevas entre la que destaca también la cova dos escapados, en la que se refugiaban los huidos republicanos durante la Guerra Civil. Se accede por un pequeño agujero en el que ponían una escalera para entrar y después retiraban. En su interior podían sobrevivir durante semanas debido a que el río es subterráneo en esa zona y en él pescaban las truchas negras del río Corzos con las que se alimentaban.
