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Los chiringuitos con más encanto de Galicia: paraísos muy «chill»

VEN A GALICIA

CAPOTILLO

Son los locales por excelencia del verano porque solo transmiten buen rollo y ganas de disfrutar. Te mostramos algunas de las mejores terrazas a pie de playa y con vistas al mar

17 jul 2021 . Actualizado a las 15:53 h.

Lo que más le gusta al actor Adrián Castiñeiras es vivir en verano y vivir en la playa. Lo confiesa con esta cara de alegría y su mojito en la mano mientras me enseña su nuevo chiringuito en la playa de Pragueira, en la zona de Sanxenxo. Allí, en ese paraíso que ha creado junto a sus socios, Álex Ruiz y Rubén Mourelos, se puede disfrutar de las mejores vistas. «Es un mirador de escándalo de 180 grados -muestra Adrián echando la vista al horizonte-, de frente están las Cíes, ahí se asoma Ons y allí se ve la punta de Cangas, toda la ría de Bueu». Bico Beach, que así se llama este rincón de lujo, arrancó el año pasado con éxito, pero es en este verano cuando esperan darle todo el empujón con actuaciones en directo. Adrián y Álex se conocieron cuando ambos estudiaban en Nueva York, y allí Adrián, como tantos que se ganan la vida mientras toman clases, se puso a trabajar en un restaurante y se aficionó a la buena gastronomía, que como buen sibarita, dice, cultivó en muchos de sus viajes.

 «Aquí siempre hace bueno»

«El concepto que nos planteamos es un chiringuito muy chill, con esencia balinesa y alma galega, porque después de hacer distintos viajes por la zona de Tailandia, mis socios y yo consideramos que lo que teníamos era que montar un local con una estética muy cuidada, con la comida que nos gusta y con un tratamiento de las redes también muy exquisito», apunta Adrián. El actor procura estar todo el tiempo que los rodajes se lo permiten al pie del cañón en Pragueira, una ubicación que escogió, porque aunque se confiesa muy coruñés, siempre ha veraneado en las Rías Baixas, que en su opinión, tiene uno de los mejores climas de España, una gastronomía impresionante y unas playas maravillosas. «La verdad es que muchas veces en A Coruña te levantas con 15 grados, con frío, y aquí está haciendo calor, por eso apostamos por esta zona», señala Adrián.

A su lado, Álex Ruiz adelanta que en este concepto chill y relajado, las puestas de sol son uno de los momentos más especiales para ellos, por eso han creado las sunset sessions todos los sábados por la tarde, con música DJ. «Nos estamos especializando en este tipo de ambiente, con música melodic house, sonidos afro, un poquito de dance, pero también pasarán por aquí grupos de rock y folk en directo», indica Adrián, que ha concebido este chiringuito como un lugar al que «se quiere ir». «Yo no quería ese tipo de locales a los que llegas porque son los primeros que ves, que están cerca cuando sales de la playa, Bico Beach es más: tiene otro gusto, queríamos transmitir ese buen rollo de relax, que creo que hemos conseguido». Para ello se han empeñado en ofrecer una carta con apuestas diferentes a las que habitualmente se sirven por la zona. «Le hemos dado otro matiz a la parrilla con un carbón de origen cubano que se llama marabú. En esas brasas, además de los cortes de carne que tenemos, hacemos las hamburguesas, nuestro plato estrella», cuenta Álex.

«Creamos todo a partir de estas burgers, los mojitos y el buen ambiente -avanza-, pero la estrella es nuestra smash burger, que es la tendencia actual en Barcelona y Madrid». Esa hamburguesa aplastada, con pan brioche, hecha en la parrilla de carbón con doble de queso chédar, se ha ganado a los clientes que de jueves a domingo pueden saborearla tanto a la hora de comer como de cenar. «No trabajamos con reserva; aquí tenemos mucha rotación, mesas altas, barriles, y es difícil que tengas que esperar más de diez minutos para sentarte», especifica Adrián, que adelanta que en la agenda de Bico Beach tienen prevista la actuación de monologuistas y ya han arrancado las sesiones vermús los domingos al mediodía. Su especialidad, eso sí, son los mojitos, desde el clásico, el favorito de Álex, a los de piña, fresa, y muchísimas otras frutas naturales que cortan ellos mismos. Sobre la playa de Pragueira, y con una sonrisa que despeja cualquier nube, Adrián se despide animándonos a no perdernos una tarde en Bico Beach. Allí nos esperan los cócteles, la buena música y una espectacular puesta de sol.

Altos vuelos en Carballo 

Ana García

Con este apellido, Ana Marina solo podía estar al lado del mar. Y eso que dedicó parte de su vida a trabajar en el aire como azafata de vuelo. Pero la tierra firme y el salitre la cautivaron a partes iguales el día que descubrió este rincón tan especial. Ocurrió como pasan siempre las buenas cosas, por casualidad. Un día cualquiera salió de comer del restaurante que lleva el mismo nombre que la playa desde la que se asoma cada día al mundo, Pedra do Sal, en la zona de Carballo, y vio claro las posibilidades que tenía una de las fincas en las que posó sus ojos para un negocio hostelero: «Me di cuenta de que la gente no tenía dónde comprar ni una botella de agua si estaba en la playa. Y vi que esa finca era ideal para montar algo y me animé. Tuve claro que una foodtruck funcionaría de maravilla».

Tan decidida estaba que, en cuanto pudo, instaló un camión en la parcela que había soñado para su local y que ahora ha cambiado por un contenedor marítimo decorado con mucho cariño. Porque en cuanto a mimos no hay quien le gane: «A la gente le gusta mucho. Intento que todo el mundo se sienta a gusto. Y pongo muchas flores y plantas. Me gusta cuidar los detalles. De hecho, algunas de las cosas que tengo aquí estaban antes en mi casa». Chiringuito Baldaio Ana se llama este año, aunque en otras temporadas el nombre del local llevaba su apellido: «Al principio no dudé, estando al lado del mar, en ponerle otro nombre que no fuera Marina, pero este año cambié y le puse Ana».

Además de por su ubicación, este chiringuito destaca por su comida. Lo que más triunfa son sus hamburguesas. Ahí prima la calidad del producto, principalmente la carne. No es de extrañar que los que la prueban, repitan. «La comida es muy playera. Sobre todo nos piden las hamburguesas, que dicen que son espectaculares. Pero también los perritos, los bocadillos... La especialidad de la casa es el bocadillo de ternera con aguacate. La verdad es que sale todo», explica esta asturiana que lleva más de 20 años en Carballo.

Una playa muy surfera

La playa, con dos escuelas de surf, reúne a numerosos surfistas, pero también hay mucho turista que acude al arenal atraídos por su belleza: «Es una playa muy surfera. Pero sobre todo hay mucho visitante extranjero. También mucha caravana. Y luego tengo los clientes de siempre, sobre todo, de Carballo, de Arteixo, A Laracha y A Coruña. Todo muy multicultural».

Precisamente, Ana está encantada con sus clientes para los que solo tiene palabras de cariño y agradecimiento porque sabe que si no fuera por ellos, no seguiría al pie del cañón cada verano de sol a sol.

Ana abre a la hora del aperitivo y está hasta que el último cliente decida marcharse. No hay prisa para irse de Pedra do Sal, siempre que no incumplas las medidas anticovid vigentes en cada momento. Y si la pandemia lo permite, también organizará alguna actuación como otros años: «Lo que pasa es que aún no me atrevo hasta que no vea la cosa más clara y confirme un poco cómo va todo».

El verano ya está aquí y el chiringuito de Ana estará abierto hasta mediados de septiembre, que es cuando los turistas y la gente empiezan a recoger la sombrilla para dar la bienvenida al otoño con el inicio del curso escolar: «Pero solo con que con el chiringuito funcione como los otros veranos yo ya estaría encantada».

Pero mientras no llega septiembre, todavía hay playa y chiringuito de Ana para rato. Y puestas de sol que tampoco falten: «Ahí lo que triunfa son las copas. Salen muchísimo. Sobre todo a última hora. Ahora también queremos meter más cócteles. De momento, hacemos mojitos, pero vamos a ofertar piña colada y caipiriña». La verdad es que el lugar invita a pedirlos y la boca ya se hace agua solo de pensarlo.

 Relax en la tumbona 

CESAR TOIMIL

En los fantásticos arenales de la Costa Ártabra tampoco faltan chiringuitos para disfrutar de vistas maravillosas frente al mar, como O'Alpendre de la de Doniños, en Ferrol, donde las puestas de sol son un espectáculo y cuyo buen hacer acaba de ser reconocido con un Solete de la Guía Repsol. Pero si en la zona hay una localidad en la que la gastronomía playera atesora tradición, historia y veteranía, esa es Cabanas. En el arenal de A Magdalena, famoso por su frondoso pinar, su arena blanca y fina y sus aguas siempre mansas y tranquilas -lo que la convierte en meca de peregrinación para familias con niños pequeños- se pueden encontrar hasta cinco refugios hosteleros a pie de playa. Entre ellos, el chiringuito Argentina, un establecimiento que comenzó su andadura en los años 70 como churrería, de la mano de Senén López y María Argentina -de la que tomó su nombre- y, que tras pasar por manos de su yerno, hoy comanda el nieto de los fundadores, Carlos Rico. «Intentamos ir un paso más allá y ofrecer un servicio prémium», comenta el hostelero de un local que ofrece distintos ambientes. Y es que en el Argentina se puede disfrutar de una cervecita o un cóctel bajo una pérgola con los pies hundidos en la arena, en su terraza principal con suelo de plaqueta si se busca algo más formal... Y hasta recostado en la tumbona si no se quiere perder ni un rayo de sol. Pero Rico destaca sobre todo la oferta gastronómica, basada en la «calidad» y los «productos de cercanía». Cuando los estómagos comienzan a crujir, la carta del Argentina tienta a los paladares más tradicionales con sabores de siempre como la tortilla, los chipirones a la plancha o los pimientos de O Couto (que nunca pican), pero también contenta a quienes buscan algo diferente con propuestas más elaboradas, como la tosta de pulpo con queso de Arzúa o el cachopo de cecina con queso chédar. Y para el personal, los asiduos solo tienen buenas palabras. «Son todos súper atentos y agradables», comenta una clienta de toda la vida.

 El Rompeolas, en Nigrán

M. Moralejo

Como una ola, así de refrescante y divertido es este chiringuito situado en la conocidísima playa de Patos en Nigrán. Porque desde que Nieves Garrido tiene este local, la alegría forma parte de su carta de presentación. Fue hace cinco años cuando decidió tomar las riendas de este negocio. La hostelería no le era ajena a esta madrileña con corazón de gallega y después de instalarse en las Rías Baixas le surgió la oportunidad y no se lo pensó dos veces. No es de extrañar que en tan solo cinco años el Rompeolas se haya hecho con una cartera de clientes tan fiel, que incluso viene la gente expresamente a tomarse algo a este chiringuito, sin necesidad de que estén en la playa: «Como tenemos un aparcamiento justo al lado, pues les resulta muy cómodo venir. Y aunque haga malo, también estamos porque tenemos una terraza cubierta que nos permite seguir trabajando».

El que va repite porque si hay algo por lo que destaca este chiringuito es por la buena mano que tiene su dueña a la hora de echar las cañas. Al más puro estilo madrileño. Nieves ya ha creado escuela en este local y la forma en la que deja caer la cerveza en la jarra se cuida al detalle: «No se puede tirar una caña así, de cualquier manera. Tiene que tener su cremita justa y, sobre todo, estar muy fría». Y si encima te la tomas después de darte un chapuzón, imagínate, el gozo es casi mayúsculo.

Lo de casi es porque la ecuación todavía se puede mejorar. Si vas al Rompeolas, tienes que probar el pincho de tortilla que con tanto cariño hace Nieves y que es el tándem perfecto de una buena cerveza. Pero si además te coincide estar allí cuando Lorenzo empieza su descenso, ¡gloria bendita!

«Las puestas de sol son inigualables. Con las islas Cíes al fondo... No necesitamos más para ser felices», comenta esta madrileña que lleva ya 23 años en tierras gallegas y que no cambia por nada esta esquina del mundo desde la que te da la bienvenida todos los veranos desde el 1 de mayo al 30 de septiembre.

«Cuando llega el mes de junio, que es cuando empieza a venir la gente de fuera, casi siempre nos vemos los mismos y ya nos saludamos como si fuéramos de toda vida», comenta mientras reconoce que el Rompeolas es un chiringuito de lo más animado y siempre que pueden —este año si se lo permiten las normas anticovid— aprovechan para hacer algún evento y pasar un buen rato. «Alguna vez ponemos algún karaoke o hacemos alguna cosa para divertirnos. Porque el verano es para pasárselo bien». Y lo dice el alma máter del Rompeolas y la que está al pie del cañón toda la temporada: «Yo soy la cocinera, la camarera, la gestora, la que barre y la que friega. Está también mi hija que es otra todoterreno» y dos empleados más que contribuyen a que todo funcione.

Las primeras cañas empiezan a salir a las doce del mediodía, luego llega la hora de la comida, donde los bocadillos son los reyes. Pero coincidiendo con el momento más mágico del día, la puesta de sol, los cócteles comienzan a ganar terreno. Y los mojitos y las caipiriñas son los protagonistas, además de un sinfín de combinados que hacen que disfrutes de los últimos momentos de luz. Así pasan los días en el Rompeolas. Un chapuzón de buena onda y un soplo de aire fresco que nos recuerda que el verano ya está aquí y hay que disfrutarlo, en la medida en que se pueda.

Chiringo «gourmet» 

ADRIÁN BAÚLDE

A lo mejor va empezando a ser hora de redefinir el concepto de chiringuito. A la vista de las instalaciones de algunos, de la programación de conciertos de otros o de la oferta gastronómica de, como es el caso, el Carpe Diem, ubicado junto a la playa de Camaxe en A Illa de Arousa.

Olvídense de los calamares, los mejillones al vapor, las navajas a la plancha y el pulpo á feira. O no se olviden. Pero esos platos, aunque siguen estando a disposición de los irreductibles nostálgicos, ya ni siquiera figuran en la carta que para esta temporada ha elaborado Diego Cores, un joven cocinero arousano llegado de un periplo profesional por Italia y Francia tras haber realizado un stage en el tres estrellas de Martín Berasategui. «Queríamos darle un plus a nuestra oferta gastronómica, diferenciarnos de lo que puedes encontrar en cualquier otro chiringuito de A Illa, así que le dimos carta libre a Diego», cuentan Eloy Otero y Tomé Cores, responsables desde hace seis años del Carpe Diem.

Y el chef se lo tomó al pie de la letra. Adiós a las convenciones. La nueva cocina del chiringo arousano se abre al mundo como su terraza se abre al mar. «Es una propuesta valiente con la que intentamos que la gente cambie de mentalidad cuando se acerque a este tipo de locales», cuenta Diego Cores. «Tenía dos ideas básicas cuando elaboré esta carta. Una, proponer una vuelta al mundo a través de mi cocina. Y otra, que la gente tuviera que venir aquí para probar estos platos porque no los va a encontrar en ningún otro lugar».

Y de esa concepción nacen propuestas como el carpaccio de pulpo con vinagreta de jalapeño ahumado; los tacos de rubia gallega, guacamole y pickles; el tartar de atún rojo y salicornia; el sashimi de lubina, leche de tigre, maracuyá y aguacate; los berberechos al curry thay, o el raxo al josper, con crema de cebolleta dulce y piña asada.

Y sí, sí, estamos hablando de la cocina de un chiringuito. Con su privilegiada terraza con la ría de Arousa por decorado, en la que uno puede comer sintiendo en sus pies el frescor de la hierba.

Pero es que en la nueva carta del Carpe Diem, hasta a los platos más «comunes», se les ha dado una vuelta de tuerca. Las sardinas se sirven con su emulsión; los mejillones, con una ajada, laurel y ajo; los calamares fritos, con algas secas y salsa tartar; y las patatas fritas, con salsa tatziki.

Mención aparte merecen los arroces, los platos más demandados del local. El Carpe Diem te tienta con tres propuestas: el arroz de mar «al señorito», la paella negra con su alioli y el arroz de bogavante de la Ría. Eso sí, todos ellos se elaboran al momento una vez el comensal está en la mesa para servirlos en su justo punto, por lo que requieren cierta dosis de paciencia, con la garantía de que será de sobra recompensada.

En lo que no ha variado la cocina del chiringo de A Illa es en su respeto por el producto. Los pescados llegan desde la lonja de Cambados; los mariscos, siempre de la ría; las verduras, de las paisanas del Salnés; y las carnes, seleccionadas in situ por el propio cocinero.

Y, según cuentan los responsables del Carpe Diem, tampoco ha variado la respuesta de su clientela. «Al principio se sorprenden un poco cuando ven la carta, pero la acogida está siendo extraordinaria. Hay mucha gente que nos dice que no ha comido así ni en restaurantes con estrellas. Y eso era lo que pretendíamos: dignifica la cocina de este tipo de locales». Y lo han conseguido.