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Una incursión en el reino de la miel por el Monte Faro de Vimianzo

Xosé Ameixeiras
X. ameixeiras CARBALLO / LA VOZ

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X. AMEIXEIRAS

La Peña Barcelonista Irmandiña de Vimianzo estrenó la senda circular de las alvarizas del monte Faro, donde cada vez aparecen más apiarios antiguos

03 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

No es una ruta. Es un viaje al reino de la miel. El monte Faro de Vimianzo fue, y aún lo es en parte, el gran paraíso de las abejas. Allí están decenas de alvarizas, algunas monumentales, cuyo origen se pierde en el tiempo. Quedaron abandonadas y ahora emergen como un tesoro del pasado. La Peña Barcelonista Irmandiña de Vimianzo estrenó este pasado domingo una ruta circular siguiendo los riachuelos Borrallas, Mourelos y Monso, a cuyos márgenes se conservan restos de, al menos, 18 apiarios. El Concello vimiancés se encargó de los desbroces en zonas donde los tojos superaban la estatura humana y dejó una senda alfombrada por la que se puede andar con toda comodidad.

Comenzó la caminata en el campo de Areosa, escenario de las gestas de los rapadores de bestas. Al frente de la comitiva iba Manuel Oanes, un vecino de Carantoña que dio con gran parte de las alvarizas, escondidas entre la maleza. Hay un pequeño tramo de asfalto hasta llegar al prado de As Borrallas, lugar de minas de antiguo. Una vez enfilado el riachuelo del mismo nombre ya pronto aparece, junto al agua cantarina, el primer apiario antiguo, el de Castañolas de Bribes. Medía entre 30 y 40 metros, con cámaras lineales, y está semiderruido. Era, a decir de los mayores, uno de los de mejor producción, tal vez por la situación o por la vegetación que lo rodeaba. Antiguamente había terrenos cultivados. Ahora todo es monte y, en gran parte, eucaliptal. Siguiendo Borrallas abajo, surge el del Lacha de Bribes, lineal. Conserva 18 cámaras y varios cortizos y trobos. Se halla luego el de Tonia de Bribes. Era de gran producción también. Conserva 12 estancias.

La expedición bajaba en tres grupos de a diez personas a causa de los rigores de la pandemia del covid. Iban en la comitiva varios madridistas y los ediles María José Pose y Mario Andújar. Antes de salir se les tomó la temperatura a los caminantes. La cuarta alvariza se conocía como la de los Camaño de A Toxa. Posee 19 cámaras. La quinta ya es monumental. Es de Fulías. Aún tiene gran parte del cercado, con pórtico de entrada. Dentro se conservan en tres niveles cámaras formadas por losas verticales y horizontales de cubierta dispuestas en línea y despierta la admiración de los caminantes. Aquí, Manuel Oanes relata que, antiguamente, venía todos los años un equipo desde Santiago para castrar la mayor parte las colmenas del monte Faro. Pasaban entre dos y tres semanas en estos trabajos. «Era o mellor mel que había», sentencia. Su fuente es Jesús Castiñeira, un apicultor empedernido que desde niño conoce el monte y con el que la expedición se encontraría más tarde.

La siguiente parada es la vieja construcción de O Furoco de Bribes. Aún tiene seis cámaras dispuestas en dos plataformas y un cercado muy pequeño. La limpieza que hizo el Concello permite ver todos estos elementos a la perfección. En el mismo prado, el Monte Aberto, y donde se unen los riachuelos Borrallas y Mourelos, junto a un puente de piedra, está la gran alvariza de Lucas, un cercado de 224 metros cuadrados y de dos metros de altura en algunos puntos. Dentro esperaba Carmen Toba, guía artesanal, para explicar la riqueza de estos conjuntos. Enseña a los senderistas que los apiarios del monte Faro y otros del entorno, en Vimianzo e incluso en otros municipios del alrededor, son ejemplares únicos, con características muy diferentes a otros que hay en Galicia, sobre todo en lo que se refiere a la estructura de cámaras en línea. Sin embargo, sí las hay muy semejantes en Irlanda, y muestra documentos gráficos de ello.

Rentas y diezmos

Con la producción de este tesoro etnográfico y de otros del área, antiguamente se pagaban diezmos y rentas en miel y cera a los monjes. En esta vieja construcción aún quedan cilindros de corcho o piezas rectangulares de madera, pero últimamente también instalaron nuevas colmenas para la explotación.

Los siguientes pasos acompañaron al Rego Mourelos, hasta llegar a la alvariza de Daniel de Fulías. Esta es de nueva aparición, incluso posterior a la limpieza efectuada días atrás por los operarios municipales. Está unos metros antes de la gran factoría la miel de Chucho de Vitorio, Jesús Castiñeira García, que explica que en el primero de los que forman el gran colmenar de Mourelos había una mesa con dos escudos que fue sustraída en los años setenta. Era del Tío Carmelo desde tiempos inmemoriales. «Non sei a onde foron parar esas pedras», narra. En el enorme apiario de Vitorio, que le pertenece, cuida abejas negras, esas que ahora buscan en toda Galicia porque son más resistentes a la varroa, buenas trabajadoras, llevan mejor los inviernos y son dóciles. Cuenta Chucho de Vitorio que incluso le ofreció huevos de reinas a otros apicultores y se las despreciaron en su momento. Apunta Jesús que no es aconsejable tener más de 25 colmenas en un mismo espacio.

El hombre es como un libro de historia y de ciencia del cuidado de las abejas, pero la marcha tiene que continuar río Mourelos arriba, para pasar por los viejos apiarios de Arjomil o Lucas, con dos cámaras; las de O Bichoco, Lucas y Dolores, en la que incluso había inscripciones.

Caballos del monte Faro, compañeros de ruta
Caballos del monte Faro, compañeros de ruta X. AMEIXEIRAS

Ya en el Rego do Monso está la catedral de las alvarizas, según Jesús García Devesa, coautor de una monografía sobre alacenas y otros espacios de producción de miel y guía etnográfico del recorrido. Era de los Corzón de Pasantes. Forma una estructura lineal con más de 40 cámaras y supera el medio centenar de metros de largo, una joya de la etnografía que ahora se puede ver en todo su esplendor después de decenios cubierta por la maleza.

Luego vinieron las del Bichoco de As Pasantes, con cuatro estancias en una sola plataforma y guardada por tres robles, y dos más en Cova Ladróns. Ya la vuelta hacia el campo de Areosa, la ruta siguió por los altos del monte con los Penedos, el faro de Vilán, Muxía, San Bartolo y otras tierras de Soneira a la vista.