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PortAmérica: agosto en junio para Caldas

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

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Los alojamientos triplican los precios por el festival y sorprenden a los peregrinos

03 jun 2022 . Actualizado a las 12:05 h.

Caldas espera este fin de semana cerca de diez mil personas, además de los cientos de peregrinos que pernoctan en esta localidad cada día. El PortAmérica y el Camino Portugués se han aliado para que la villa termal haga su agosto en junio. Pero este mestizaje que alaba el alcalde, Juan Manuel Rey, se ha topado con una importante subida de los precios de los alojamientos turísticos y una ocupación que se aproxima al lleno, aunque todavía hay camas libres.

No se puede dormir en Caldas por menos de 25 euros. Y eso si eres peregrino. Yolanda Rey, del albergue Albor, solo admite peregrinos. No quiere dejarlos sin camas. «El miércoles estuve llamando a los alojamientos de Pontevedra para que le advirtiesen de que fuesen reservando para evitar sorpresas al llegar a Caldas», explica Rey, que ayer cobraba 25 euros la noche con desayuno. «Son los que nos dan de comer todo el año y algunos llaman sorprendidos por los precios que se están encontrando», apunta esta hospitalera, que reconoce que son dos tipos de turistas «incompatibles» por los horarios.

A media mañana, Caldas tenía una mezcla de festivaleros, ataviados con sus esterillas y enfilando la Carballeira para tener todo listo antes de coger el Chiquitren a la Azucreira de Portas, donde son las actuaciones, y los peregrinos, que entraban en la villa termal y se sorprendían con el ambiente y los primeros carteles. El albergue A Queimada, en la entrada del municipio, tenían un cartel en la puerta en el que advertía que por la celebración del PortAmérica, el precio de la cama era de 35 euros, cuando lo habitual son 15. «Nosotros todavía tenemos camas libres, nos sabe mal, pero es en estos momentos cuando podemos sacar algo de dinero. Nosotros nos ganamos la vida con esto», explica Antonio Amoedo, responsable de A Queimada, que ha hecho lo mismo que el resto de alojamientos. «Notas que se quejan porque hay algunos precios muy desfasados. A algunos grupos les estoy aconsejando que busquen una alternativa en otro municipio», reconoce Amoedo, que abrió la posibilidad de reservar a través de Booking la semana pasada para evitar que se llenase el albergue solo con los que acudían al festival. Para ayer jueves tenía habilitadas dos habitaciones de 12 personas para peregrinos y tan solo una para el PortAmérica.

Buena parte de los establecimientos hoteleros atienden a los dos turistas que este fin de semana desbordarán Caldas. La Pousada Real, que tiene un hotel de cuatro estrellas, una pensión de tres habitaciones y seis pisos en alquiler, ya colgó el cartel de completo hace muchas semanas. «La mayoría de los que tenemos son estancias largas de jueves a domingo para el festival, no tenemos ningún peregrino», apunta Rosalía Montenegro desde la recepción de un hotel que recibe a los turistas en una calle Real levantada por obras. «Muchas de las reservas están hechas ya desde hace un año», advierte para explicar la fuerte demanda de plazas en un concello con 1.441 camas disponibles todo el año.

Buscar una habitación para el fin de semana es tarea complicada y oscilan entre los 110 de algunos hoteles de una estrella y los más de 400 de algún piso en alquiler.

«Esto nos da vida»

Después de dos años sin poder celebrarse el PortAmérica por la pandemia, Caldas agradece la confianza de la organización en el festival. «La tasa de retorno económico es incalculable, es un enorme beneficio para la hostelería, el comercio y a nivel publicitario tiene mucho valor para nosotros», apunta Juan Manuel Rey, quien espera que la relación entre PortAmérica y el municipio sea indestructible y longeva. «Cada año iremos sumando nuevas cosas. Esperamos que la sesión vermú que se montó en A Tafona sea un éxito, nos permite diversificar», comenta el alcalde de Caldas.

El miércoles por la tarde comenzaron a llegar los festivaleros y durante todo el día de ayer se acabó de completar el aforo de A Carballeira. Las cafeterías del entorno ya notaban el goteo en sus terrazas. «Si no fuese por ellos y por los peregrinos Caldas estaría muerta. Esto nos da la vida», apunta Silvia Pérez, mientras sirve unas cañas a unos clientes antes de que una tromba de agua empañe el arranque del primer gran festival de la era postcovid.