Visitar la Bodega Alan de Val es un continuo disfrute para los sentidos. Ofrece unas vistas únicas del embalse de San Martiño y de Manzaneda, mientras uno paladea el mejor vino y una empanada de costrelas
02 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Dice Joaquín Sánchez que el mejor momento para visitar Alan de Val es el otoño, porque el color de las hojas de la uva garnacha tintorera torna en un rojo intenso y aparece una estampa única. Al instante, añade que en primavera siempre es bonito ver este tipo de paisajes, ver cómo todo vuelve a cobrar vida en este enclave único de la comarca de Valdeorras. Y recuerda entonces que en invierno, cuando hay nieve en Manzaneda, «es una pasada venir porque comer con un buen vino, al calor de la chimenea, y tener delante esa imagen, es impresionante». La cuestión es que Sánchez, propietario junto a sus dos hermanos de esta bodega de A Rúa, acaba por concluir que acercarse al corazón de Galicia para descubrir esa otra cara de la comunidad, uva garnacha tintorera y mejor comida mediante, siempre es buena idea.
El enoturismo se ha hecho fuerte en los últimos años y, concretamente en Galicia, se ha convertido en un reclamo turístico sin parangón que muchas casas de vino han sabido aprovechar. En este caso, esta bodega de tamaño mediano cuenta con la particularidad de que pone al servicio del visitante la más ortodoxa tradición gastronómica de A Rúa de Valdeorras, pues situada en el lugar de Pedrazáis, un llano dentro de una de las incontables laderas del río Sil, las visitas muestran todo el proceso de elaboración del vino y una cata final que, literalmente, no se puede degustar en ningún otro lugar.
«Ofrecemos empanada de costrelas porque es un clásico de esta zona que apenas se conoce fuera de Valdeorras; tiene la característica de que como está rellena de costillas va con hueso, por lo que hay que comerla de otra manera», comenta Sánchez. Lo explica: «Se pone la empanada en el medio de la mesa, se abre y se van cogiendo las costillas y la masa, la parte más rica es la de abajo, porque es donde se quedan adheridos todos los sabores. La tapa es simplemente el pretexto para que se cocinen bien las costillas, pero también se come».
Esta receta tan particular se consume solo en esta zona, y más concretamente en diciembre, cuando se celebra la fiesta gastronómica que le rinde homenaje. Sin embargo, en Alan de Val puede degustarse todo el año en las catas. Estas se completan, como manda el ritual en A Rúa, con sopas de ajo, embutidos y quesos de la zona. Y, de postre, una torta de roxois (chicharoones), un postre que se consume en época de matanza pero que los que visiten este enclave pueden degustar en cualquier momento.
Esta bodega, que se fundó porque aunque los dueños se dedicaban a otros menesteres, llevaban «la vendimia en la sangre», esconde grandes secretos. Entre ellos, unas cuevas que compró el abuelo cuando aparecieron unos documentos que permitieron su adquisición, y que también pueden recorrer los visitantes.
Alan de Val forma parte de la Denominación de Origen Valdeorras, reconocimiento que pretendía garantizar, a mediados del siglo XX, la subsistencia y calidad de variedades como el godello y el mencía.