Las Tanxugueiras abren hoy ocho días de «borrollismo» en el Festival Internacional do Mundo Celta
15 jul 2022 . Actualizado a las 19:03 h.Cuando sopla viento del sur o del sudeste, los músicos del bar Caracas dejan de tocar porque el sonido de los conciertos del festival interfiere en el de sus instrumentos. Hace unos 70 años que los padres de Antonio Mera Hermida abrieron este local, al pie del Malecón de Ortigueira. Aún faltaban dos décadas y media para que Xavier Garrote, entonces presidente de la Escola de Gaitas, ideara el Mundo Celta, «unha necesidade naquel pobo en branco e negro», como suele recordar Marías, otro de los artífices de aquel encuentro de 1978, junto a Álvaro F. Polo, Francisco Bermúdez y Jesús Losada.
«As cousas cambiaron moito, a organización case non ten nada que ver coa daqueles primeiros anos, onde era o pobo principalmente o que arrimaba o ombro», apunta Antonio. El Caracas se convirtió en seguida en el lugar de referencia de los músicos, alargando el festival cuando el escenario se apagaba. «Este ano é unha incógnita, a ver como funcionan tantos días», comenta, expectante por el reencuentro «coa clientela, algunha vén desde os comezos, cos fillos ou incluso xa cos netos», y por la inyección económica, «moi importante para o pobo en xeral».
Fransy González, Davide Salvado y Cibrán Seixo abrirán este domingo (21.00 horas) ocho días y otras tantas noches de festival, «o máis longo da historia» según la organización, a cargo del Concello, y con más sabor gallego que nunca. Tanxugueiras subirán al escenario después; mañana lo harán Os da Porfía y Fiandola; el martes, Folk on Crest, Batea y JDC; el miércoles, Germán Ruiz, Trikitrí y Groovy Celtic Band; el jueves, Faíscas da Pontraga, Deira, Holiday Club, Covagueira y Talisk (los escoceses son para muchos la mejor banda del cartel de esta edición); y el viernes, Jonhston Pipe Band, Caamaño & Ameixeiras, la Escola de Gaitas de Ortigueira, Susana Seivane y Red Hot Chilli Pipers.
El sábado actuarán Bagad de Vannes Melinerion, Xosé Lois Romero e Aliboria, Digresk, Wolfstone y Baiuca; y el domingo cerrarán Os D'Abaixo, Luar na Lubre y Dequenvessendo. Todos los días habrá pasacalles protagonizados por las bandas de gaitas que participarán en el Desfile das Nacións Celtas del 17. Fuera del escenario principal, en el Teatro de Beneficencia, tocará el viernes por la tarde Caldo, el trío de Valmiñor que el 6 de abril de 2019 se ganó al público del Paralaia, el local que abrieron en 2016, en pleno festival, los hermanos Javier y María Quintiana, cerrado desde febrero por efecto de la pandemia y añorado por tantos. El sábado habrá otra sesión vespertina en el teatro, con Óscar Fernández & Manu Fraguela.
«Estamos un pelín nerviosos, al ser una semana... y con ensayos diarios, obligatorios y hasta las tantas», confiesa Bruno Lozano Novas, presidente de la Escola de Gaitas de Ortigueira e integrante de la banda homónima. Los 45 alumnos de la entidad fundadora del Festival Internacional do Mundo Celta no solo se preparan para el concierto del viernes, sino que se han ocupado de transformar las aulas del colegio en el hospedaje de los 250 miembros de las bandas de las naciones celtas que acuden este año, colocando camas, colchones o fundas de almohadas. Y a partir del miércoles y el jueves, cuando vayan llegando, se convertirán en su sombra. «Tiramos de padres, madres, amigos... para que nunca estén solos durante el día, la noche es libre...», explica.
Bruno, veterano del festival, también está inquieto porque el jueves debuta con Covagueira, el grupo surgido de la Escola de Gaitas en 2019, sin más pretensión que «rellenar» el cartel del Serán Cervexeiro, y que ahora se mueve «en festivales pequeñitos» ganándose al público con sus ritmos, que no dejan a nadie quieto. Con Bruno, percusión, están otros dos ortigueireses, Álex Fernández, armónica, y Pablo Martínez, piano; Xavi Maciñeira, bajo, de Espasante; y el gaiteiro David Fara, de Covas (Viveiro). «Son todo creatividade», elogia Marías, otro gaiteiro, aparte de ser uno de los impulsores del festival.
«Fixemos as seis primeiras edicións, con moitísimo traballo e esforzo», evoca. Admite el acierto: «Tivemos a capacidade de ver que a sociedade tiña esa necesidade». Sostiene que el Festival de Ortigueira «transcende moito o musical e o cultural». «Aflora outras capacidades que ten Ortegal, é un sitio de peregrinación, non só para os folkies, moitos veñen aquí sen coñecemento do folk. Atopas xente marabillosa», subraya. Aún hoy, «peregrinar a Santiago é moito máis fácil que vir a Ortigueira». El trazado de las carreteras es prácticamente el mismo. Muchos festivaleros viajan en tren, el ferrocarril de vía estrecha, un medio de transporte que evidencia estos días su potencial, pese al olvido por parte de Renfe. Hay quien se instaló hace casi una semana en el pinar y el eucaliptal de la playa de Morouzos, «magia pura» para María y Aitor, una pareja que huyó de Madrid en busca de «paz, y si es con mar y folk mucho mejor».
En las calles de Ortigueira va notándose, poco a poco, «o borrollismo do festival» del que habla Marías. Bares y supermercados se refuerzan para afrontar jornadas eternas y engordar la caja para afrontar los rigores del invierno, solitario. Las casas rurales se llenan y los alquileres de pisos se desbocan (hasta casi 200 euros la noche, lo poco todavía disponible). Hay quejas por la falta de previsión del aparcamiento y los pases para acceder al centro, cortado al tráfico, y el alcalde, Juan P. Muras, apela a la seguridad para justificar las restricciones. Todo pasa por el Mundo Celta, que volverá a sacudir cuerpos y almas, tras dos años de silencio.