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Setenta y cinco años desde que Roma supo del «milagro» de Muxía y su Virxe da Barca

Marta López CARBALLO / LA VOZ

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BASILIO BELLO

En el santuario se celebró este lunes el aniversario de la coronación canónica de la virgen. ¡Mira las imágenes!

16 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

No cabía ni un alfiler en el santuario muxián de A Barca. Allí, y no en el exterior del templo como inicialmente estaba previsto, se celebró ayer la misa por el 75 aniversario de la coronación canónica de la imagen de la virgen. Emocionado, Manuel Liñeiro, el veterano «cura del Prestige y del incendio», contó a los fieles que la incertidumbre por el covid-19 impidió preparar unos festejos a mayor escala, como sí lo fueron los del 50.º aniversario. Pero ni aun así faltó la emoción.

Mientras turistas y peregrinos rodeaban el templo y se deleitaban admirando los ritmos y trajes del grupo de música tradicional Xaramiños do Corpiño, en el interior Liñeiro hablaba de la crisis de fe que, según él, atraviesa la Iglesia. «Y aun en tiempos de fe dormida, este santuario se sigue llenando», manifestó, antes de recordar la leyenda de la aparición de la Virxe da Barca, su vinculación con el Camiño y la llegada de su historia a Roma, en donde se firmó el decreto de coronación canónica a mediados del siglo pasado. El párroco habló también de turismo, de quienes llegan a Muxía desde todas partes del mundo y de las reconstrucciones a las que ha tenido que hacer frente el templo. Pidió asimismo, ya en la hora de las plegarias, paz para los países y las gentes en guerra.

Al término de la misa, la imagen de la Virgen fue portada por los voluntarios de la agrupación de Protección Civil, que la bajaron en procesión hasta el puerto, comitiva seguida de un séquito de fieles y de los músicos de Xaramiños do Corpiño, de nuevo.

Una vez allí, la imagen fue subida a uno de los buques de la conocida familia Castro y arrancó la procesión marítima, algo más mermada de lo habitual en cuanto a número de embarcaciones, ya que parte de la flota partió recientemente a la campaña del bonito. Aun así, un nutrido grupo de lanchas y pequeños buques acompañaron el itinerario hasta el entorno del santuario para, después, regresar a la dársena. La talla de la virgen —la original— fue después puesta a buen recaudo en su emplazamiento habitual.